sábado, 18 de diciembre de 2010

De vuelta

de la idas y venidas

de las noches

magnánimas

insolentes

Con tu bata blanca

tu cuerpo pintado en la pantalla

tus dedos sobre mi cara

y la pálida luz del retrete

que se refleja en la ventana

Como la bruma

tu respiración

acuosa

repite el gemido de la diosa

Tu cuerpo entero

reposando

en el costado inerte de la puerta que no se abre

La lectura que molesta

como la luz

de la pantalla

Asaeteado

por tus palabras

pierdo la voz

viernes, 10 de diciembre de 2010

RITUALES EN LA HABANA


 

Himnus

A veces me veo pasear por Venecia

Filigrana de aguas que se filtran

Por los entresijos de una memoria falsa.

A veces me veo pasear por La Habana

Frio de madrugada

La ancha alameda de Paula

Fragmentos de una memoria patria.


 

Veo a mis padres desnudos

Desandar sus magros cuerpos

Veo a los presos del tiempo

Caminar sin asideros.


 

Me figuro, a veces, trémulo

Solo

Leyendo tranquilamente

Escuchando quedamente

Algunos versos antiguos

Alguna trova moderna.


 

Recuerdo de niño la Iglesia

Cifra y sueño

Los amigos

La tranquila felicidad de los mediodías de domingo

La blanca hostia

El tabernáculo.

Me miro y no me veo.

Me oigo y no me escucho.

No me reconozco.


 

Ayer en la iglesia ortodoxa de mi nuevo barrio

Olí el incienso

Me persigné a la inversa

Recité en un disparatado ruso la liturgia

Los mementos

Las salutaciones

Me transfiguré

Y

Por un momento

Me sentí en la tierra.


 

Lectio

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Ay de aquellos que son felices, porque son normales, porque no han tenido desdichas y le fueron dadas las cosas que no le pertenecían. Ay de aquellos que en tiempos difíciles le vinieron las palabras a las manos y las manos a los bolsillos. Ay de aquellos que no supieron ser padres y copularon; de los otros que juzgaron con venialidad, la banalidad ajena; los que no vieron sus ojos en la paja ajena y pudieron ver los ojos ajenos en su propia paja. Ay de aquellos que construyen sus casas sobre las cálidas y seguras remembranzas, abortando el presente, hipotecando el futuro. Ay de los fieles a sus tímidas verdades, los amantes del alboroto y del ruido, los que odian el reposo y temen a la muerte." También les dijo: "Felices los que saben de sus mentiras y viven acoquinados por ellas. Felices los que por intentar la verdad, saben de la incertidumbre y la aceptan, y la hacen su brújula. Felices los bipolares, porque de ellos será el reino el equilibrio. Ellos que están entre el cielo y el aire, y podrán disfrutar un día de lo impar." Sus discípulos se fueron muy tristes.


 

Canticles

Si vuelvo que no sea así

Quisiera que otro cuerpo me acompañara

Un alma menos maltrecha

Más rabia contra mí mismo

Menos complacencia con el sol.

Oh! diosito menos semejanza, más imagen.


 

Si vuelvo que sea para enterrar

El cuerpo dentro del alma

Derramar gotas de rocío

Ser rio

Montana

Camino que conduzca

Al monte

A la tibia yerba verde de la tarde.

Oh! diosito menos semejanza, más imagen.


 

Si vuelvo que sea para cantar

Con voz prestada

Con guitarra de cuerdas gastadas

En arpegios sudados

Los dedos ennegrecidos

De tanta vergüenza.

Oh! diosito menos semejanza, más imagen.


 

Si vuelvo

Que dios no lo quiera

Si vuelvo

Si dios quiere

Que sea agua

Que se escurra

Me ahogue.

Oh! diosito menos semejanza, más imagen.


 

Oremus

Quien te haya conocido, Señor

No puede apartar los ojos

De las calles recorridas juntos.

Recuerdo ahora los muchos caminos

De la ciudad

La avenida de la Infanta

Los callejones

El pequeño lugar sentimental donde

Besé la primera mujer

Que era una niña

Despeinada

Y dije, Amén.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Transliteraciones

La ciudad [variaciones como fugas sobre un poema de Cavafis]


 

Dije: "Me iré de la ciudad a otra con otro mar enfrente
Una en que mis huesos y mi carne encuentren sosiego."
Cada vez que intento comenzar

Acabo sepultado como corazón

Que busca su cadáver.
Aliento mío ¿hasta cuándo permaneceré atrapado
Dentro de mi propia mirada, dentro de mis propios ojos?
Desde esos ojos veo el pasado en ruinas
El pasado de todo y

Las circunstancias de ese pasado.
Busco una nueva ciudad que no hallaré.
La antigua me persigue. Me persiguen
Las calles y el barrio
La casa sin portal
donde vi envejecer

A mi padre en unas pocas horas.
Siempre estará la casa, allí, vacía

Sus estancias vacías, sus ventanas
vacías frente al mar.

Allí donde comenzó lo que después se arruinaría.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Written Under Influence


 

I

pensando en tí, celosía mía.


 


 

II

algarabía

ruidos fofos

manos sueltas

palmotean

hacen ruido

parlotear

una lengua se proyecta

vivaracha

coqueta

arpegio del caracol

colillas

restos de alcohol

mesa en el centro

se mueven los pies

contonean la cintura

¿dónde estamos?

¡qué bien se está aquí!

algazara

carnes maceradas

nihil obstat

se acaba el mundo

una vueltecita más a la rosca

teatro

corridas las cortinas

butacas vacías

desorden

silencio

solo

quedo

mustio

Viene, viene

la tristeza con cara de payaso

solo

de pie

en el centro del blanco

taciturno

bebo café

y me duermo.


 


 

III

Sé -y me consta

que he entregado

la utopía,

que he escrito

-con frío y a destiempo

páginas muy breves

broqueladas en el llanto.


 

Siento no haber vivido a la intemperie

guardarme

de un catarro

de un recuerdo


 

Ahora bien

no se diga la

última palabra

hasta tanto

no haya

amanecido.


 


 

IV

En el espejo ocular

noche sabia

oscura densidad de lo ido

brusca cavidad

que es olvido

asesinato

de uno mismo.


 

Muéveme el verme

desencajado

por lo tibio.


 

Desnudo tiro del ombligo

me río de mí mismo.

Consagro con mis manos el vacío

de ver retratado sólo lo que existe

(entre lo tenue y lo desapercibido)

en un hoyo

una grieta

una herida.


 


 

V

Los hombres finiseculares

se bajan los pantalones

para mostrar las bajezas

lo torpe que han sido

en la mañana.


 

Los escritores de hoy

se suben la portañuela

para intentar ocultar

lo que no existe.

viernes, 12 de noviembre de 2010

pascalianas

Ayer me sucedió esto mientras tomaba café y fumaba a la sombra de unos toldos muy sucios: "Se acercó alguien y con un tono de voz a mitad de camino entre el suspiro y la conspiración, me preguntó, Usted es Fulano de tal? y me tendió su mano que era como su rostro –pálida, alargada, huesuda, sudorosa, una mano que no se quiere estrechar, uno rostro que no se quiere ver. Pero ahí estaba su mano, y su rostro, delante de mí, impaciente, con el sudor que la impaciencia produce en los cuerpos. Le dije si, soy el que dices y tendí mi mano hacia su rostro que era como su mano -me esquivó y se persignó entre alelado y penitencial."

jueves, 11 de noviembre de 2010

pascalianas

El patio de mi casa se antoja una metáfora de mi mundo interior, eso que antes llamaba alma y que, aún hoy, a regañadientes, quiero seguir llamando igual, alma –con alguna belleza en medio de tanto descuido.

lunes, 16 de agosto de 2010

El pasado catorce de este mes, E estuvo de cumpleaños. Un aniversario redondo, unspeakable para los estándares femeninos. La noche anterior fuimos a uno de los tantos clubes cubanos de la ciudad, una amiga se presentaba en una noche de feeling, esa rara y delicada simbiosis entre el bolero y la canción pop norteamericana, esa música íntima que consuma en lo que Rosendo Ruiz definió "como impresionismo debussista (…) lleno de imágenes, poética". Salimos tarde, nos dormimos más tarde aún. El día siguiente estuvo lleno de buenos propósitos, de propósitos de enmiendas y fuimos a comer a restaurante peruano tacu-tacu y pescado frito. Después manejamos por la ciudad, desierta, parecía uno de esos domingos que prefiguran la vida después de la muerte, una inmensa soledad, una falta absoluta de movimiento, como una instantánea caída de un álbum viejo de fotografías. Conversamos mucho ese día, del pasado, nada del porvenir. Los niños estuvieron con nosotros durante el almuerzo peruano y en el viaje a través de la ciudad S dormitaba en el asiento trasero del auto y L se entretenía mirando hacia afuera, hacia la calle medio vacía. De vuelta a casa, una merienda rápida, baño y sueño. Un día casi perfecto. Con peces y sin plátanos.

martes, 10 de agosto de 2010

Pared en blanco, escritura proclive


 

La estancia de un banquete es siempre decorada con multitud de luces fatídicamente dispuestas a contraluz. Una chismosa es segregada al papel de antigua proveedora de penumbras; sin embargo, es ella la que ilumina, parcialmente, un recinto de verdaderos cuadrantes y ángulos dispuestos en sucesión infinita. El espacio de una fiesta deviene el espacio del aburrimiento por la opacidad del peso, inundado de colillas. Después del diluvio de alegrías y saludos, la impávida secuencia de cuerpos retorcidos y dispersos, y el lenguaje vaciado de estocadas, disminuido a la categoría imprecisa de comunicar retraídos alegatos de efectos fútiles que carecen de orden.

En la fiesta siniestra que celebra la vida se opaca el sentido verdadero de la misma. Como si no fuera el olvido y la leve trascendencia lo que prima, lo que reluce y determina la memoria. Sólo la insistencia de un texto que traspasa los oídos o la imagen que vincula el trazo y el ojo, permanecen en el recuerdo. El banquete íntimo que sacude la epidermis es el que trasunta el sentimiento distinto de la oquedad en plenitud. Así, acobardado por la presciencia de lo poderoso, Daniel —ubicuo encantador de enemigos— consagra una tautología de la escritura sobre lo vano.

Del templo de Jerusalén se trajo Nabucodonosor los vasos sagrados y su hijo, de esquivo y confuso nombre, le agregó los vinos de la desidia y la congratulación. Misteriosa añadidura del oro del recipiente y del oro de la oblación. Ello resultó en el agravio de ambos, porque se resiste a los intentos que la pluma de águila impone para igualar la sustancia.

La madera y la piedra de desigual textura resisten residir en bienaventurado amancebamiento. Esta incorpora la otra en fina construcción de artesonados que prefiguran las eternas moradas. El hierro que cincela y el bronce que ciñe, los metales que confiscan la indulgencia prematura de la salvación a trompetazos apocalípticos. El reyezuelo de marras bebiendo vino, destinado a la borrachera de los sentidos, en el recipiente de todos los sentidos. La inmaculada concepción de lo efímero como prefiguración de lo eterno, y es que lo que se prescribe como totalidad se reduce a una cifra, a un dígito, y se prolonga en la imaginación de lo virulento y de lo débil.

Una pared. Una insidiosa manera de separar la cal del canto. Una muralla cubierta de malangas y romerillos. Una pendiente de cemento raído por el tiempo, o mejor aún, por el paso del tiempo. Una trasposición de la inquietante estrechez interior del apartamento, a la largueza de ese muro pletórico de flores y hojas que muerdo a conciencia de que es todo lo que tengo que llevar en el desplazamiento.

Un recodo. Una especie olvidada. Un inquietante tiovivo. Recalo en las imágenes primeras que muestran la indeterminada paciencia de las olas en un puerto confiscado a su natural trasiego de desesperanzas. Los adoquines de la paciencia. El paso del polvo y la larga alameda de bombín y parada de ómnibus, la ruta de número indeterminado. Las escasas fotografías y las columnas derruidas. La miel que se derrama en la mejilla y el picotazo de la abeja, impune.

Un silencio cómplice. Una manera de decir, "tanto cariño, para nada". Un banquete con una pared en la que se escriben inquietantes silogismos de presencias vacuas e insomnes. Un dedo que asoma a través de una desahogada manga. Una escritura exhausta, desprovista de finitas posibilidades interpretativas. Asolada, la escritura, en su propia soledad y definición: los rasgos de un ciego que se traducen en erráticos giros, distorsiones de la figuración, insignificancia del mensaje; esta es la escritura del genio escapado de su inveterado dominio de lo obscuro y asentado en lo pávido del papel que es la pared circunstancial, crisol que separa el trigo de la cizaña.


 

Hay vacío. Existe este parapeto de colores que se confunde en lo infinito de los matices y que llamo "entorno". Una reducción del lenguaje en su talante comunicativo al silencio. Una brevedad de lo insólito, un abajamiento de lo trágico a la armonía, a la escritura simple de lo incógnito. Esa es la función del profeta en el banquete de las mesas puestas con mantel de hilo y cubiertos de plata, en el que se bebió lo insólito en vasos perdurables: añadir la fulgurante impiedad del que desestimó la creencia.

Una mejilla que se hunde por el empuje del dedo y se revienta en su propio azogue que lo refleja y lo edulcora, como visión última y perecedera, de lo esquivo que contiene la mitad del rostro. Así fue Daniel. Profeta interrogador de una escritura que se proveyó del miedo de Persépolis para parapetar una interpretación hueca, olorosa a santidad en la ignorancia del gentil pero que tú y yo sabemos inteligible.


 

Muda el rostro de quien recibe una escritura en la pared, un aviso de lo improbable, porque después de toda grafía solo sobrevive el intento de perdurar en tiempo propicio. Y los pensamientos de los que auscultan lo sórdido es probable que decaigan hasta la gradación [de] cero, si se empeñan en contradecir lo que es evidente. Daniel, durmiendo, sabe más que todos los reinos, porque conoce el dedo. Mas, el que escribe, duda. Y su dedo, cargado de la tinta infinitesimal, se cuadricula y se expande en el orificio que deja la razón vergonzante de lo cierto.

La lectura insigne de la letra irredimible, esa del abecedario vergonzante que patina en el espéculo que examina, resalta la inocencia de una pared en blanco. Inscrita, proscrita, la palabra en su infinitesimal hechura revive lo indecible como oráculo y es aquí donde interviene la paciencia que descifra lo hermético del mensaje: el preciso momento de la escritura es un pasado que se engarrota en el músculo mismo que la propicia.

Así, Daniel entronca su vocación de descifrador de scriptums in solace con la desidia de una pared de blanco. Es llamado en sueños para re-escribir en caligrafía ignota, un decir que trasciende todo significado. Malaventurados los pobres escribas que se apegan a la Ley y son celosos funcionarios de lo proclamado.

lunes, 9 de agosto de 2010

…lecturas…

Hay algunas tosquedades que el tiempo se ocupa en alisar. El tiempo histórico, el tiempo social. Las tosquedades mismas de la existencia, la impaciencia, el entusiasmo ramplón. Hay autores que nos descubren una parte de uno mismo tanto tiempo escurrida, diluida en la sombra; hay obras, pinturas, dibujos que nos devuelven a lo esencial, a lo primigenio. En alguna página de la obra de Levinas, éste enuncia, se pregunta, sobre una idea sobrecogedora: cuáles son las opciones de la soledad y el lugar de la palabra en la economía general del ser. Tiempo, soledad y palabra como la tríada que perfora y sostiene la existencia misma.

El tiempo y el no tiempo, la eternidad. Aristóteles, santo Tomás y Heidegger en apasionado juego de ajedrez sin piezas, moviendo la (in)existencia para otorgarle un carácter, una entidad en el movimiento mismo; y, como en la sombra, tiñendo de un azul muy pálido ese movimiento brusco a veces, apacible otros, el no tiempo, el ser-en-sí-mismo, la eternidad gratuita. Levitas y santo Tomás, Aristóteles y Heidegger, las obras de la clara agua que discurre desde ahora hasta siempre, que aquietan. ¡Cuánto pasaje de Tomás para consolarse ante la pregunta sola, muda! Aristóteles para calmar la sed de orden y conocimiento. Heidegger, metáfora. Levitas, el dolor de pensar en Dios.

La dialéctica entre el existente, recipiente del tiempo, y el existir, el no tiempo, lecturas marxistas. No uso apurado del concepto dialéctica, sino el contrapunteo en el terreno de la realidad, en lo social, de lo determinado por la filtración en la historia, por la "evanescencia (…) [de] la forma esencial del comienzo". Marx releído desde sus circunstancias originales: sus manuscritos, el manifiesto, los análisis del capital, la economía política y la miseria de la filosofía entreverados con lo cotidiano en esta tierra de extrañeza, sin complicidad con la historia, con el pasado narrado y asumido de los pueblos. Pernoctāre


 



 

Es la soledad del existir lo que vivifica, la que hace al existente entrar en una relación de plenitud con lo que lo rodea, lo animado y lo inanimado, más allá (y más acá) de los sistemas y de los proyectos. No es la soledad existencialista ni romántica, como apunta Levinas, mas aquella "que constituye el elemento absolutamente intransitivo", porque los "seres pueden intercambiarse todo menos su existir". En la existencia histórica, el ser intercambia lo que produce, y ese intercambio efectuado en las condiciones dictadas por el capital hay una apropiación indebida, una injusticia radical entre lo que se produce y cómo se le apropia. Ese intercambio posible está marcado por el desequilibrio, porque lo que es valor en sí mismo, la capacidad de trabajo, de producir, de crear, no puede ser intercambiado, filtración que es de la existencia misma. De ahí la enajenación, el estar apartado de la cualidad esencial de ser y, por lo tanto, de existir. Hay una metafísica en el pensamiento marxista: la historia queda herida de muerte cuando es trascendida por la libertad plena y verdadera del ser humano que ya no necesita de intercambiar su mercancía, su fuerza de trabajo, para vivir.


 



 

No sólo al principio, sino siempre fue la palabra. (san) Juan escondió en la escritura la existencia hipostasiada, eterna, de la palabra. La palabra que nos define, primero como llanto y después como figura lógica, comprehensiva de la experiencia de existir. La palabra dicha a tiempo y a destiempo, desenterrada y vuelta a la velación. La palabra que se oculta para eclosionar, destellar, en la poesía. El hablar poético, la palabra que crea existencias y sostiene existentes. La palabra que consuela y regaña. La palabra dicha y olvidada, que se recupera de repente tras una insinuación, un olor, una lectura.

Este trípode sobre el cual se asienta la existencia evidencia la invariabilidad de ciertas experiencias, me atrevería a escribir de ciertas patrias –lugares de privilegio, en el que la hipóstasis del tiempo deja sin opciones ni lugar a la soledad y a la palabra; lugares a los que no se va, ni de dónde se viene, porque perviven en el no tiempo, inmensurable, inasibles, lugares sólo para el existir.


 



 

En los anaqueles de falsa madera , contra la pared de mi estudio, reposan tres volúmenes de sospechosa factura intelectual: el primero, una selección de lecturas de Materialismo Histórico, sin sello editorial preciso, salvo un nota en la página final que indica que fue impreso por la Impresora Universitaria "André Voisin", en el año del veinte aniversario del Granma, 1976, en el ejemplar aparece un nombre manuscrito, Dr. Antonio Comas y un ex libris de la Biblioteca de la Escuela de Historia en la que se puede leer una fecha: doce de junio de 1976; se puede , también, leer en él, en la nota introductoria, que "Esta selección de textos para el estudio del Materialismo Histórico sólo persigue el objetivo de brindar un conjunto de materiales accesorios para los alumnos"; el segundo un diccionario de Comunismo Científico, redactado por el académico A. Rumiántsev, encuadernado en pasta, con páginas diseñadas a dos columnas como las ediciones antiguas de la Biblia y con caracteres eslavos en la página de identificación editorial; el tercero, otro diccionario, esta vez de filosofía, con un diseño de portada a rayas verdes sobre fondo amarillo y manido por el abuso indiscriminado de sus páginas.

Tres libros que sostienen un pasado determinado, sobre los cuales descansan, sin placidez, recuerdos y memorias, angustias y felicidades. Esos libros han trascendido ya su contenido mismo para convertirse en cifras de lo ido, de lo irrecuperable. Son libros que no se leen, se contemplan, se manosean, como intentado restituir una existencia ya agotada en el tiempo: ahora son vehículos para el no tiempo, manuales de palabras mudas, sin sentido, soledad ellos mismos.


 



 

El crimen perfecto, me dijo un amigo que citó a Braudillard, es el asesinato de la realidad. Matar al existente, a lo que existe en connivencia con lo que lo anima, impulsa: rephrasing Braudillard. El fantasma es el asesino, el fantasma que corre y recorre, que aletea y vomita fuego, el que nació desparramando sangre y barro. Escribámoslo sin rodeos seductores: el capitalismo temprano y tardío, las estructuras de la producción y el reparto de lo producido, injustas. Matando a la realidad, enajenando la existencia, se allana el camino del infierno. Sociedad de culto a la apariencia, a lo no real, de consumo de bienes sin realidad, de pensamiento sin inteligencia, de desniveles existenciales. ¿Cómo pensar, escribir, movilizar en un tiempo sin palabra verdadera, sin soledad? ¿Cómo ser un intelectual en una sociedad oficiosa, desprovista de consistencia, llena de bacilos edulcorantes, de productos sustitutos? ¿Cómo llorar en una sociedad que fabrica felicidades en serie? ¿Cómo hablar? ¿Cómo estar solos? ¿Cómo ser?

Una digresión pertinente: Edward Said escribió una brevísima pero intensa biografía intelectual de Theodore W. Adorno. Citémoslo con energía y generosidad. Para Said, Adorno es "un exiliado metafísico antes de instalarse en los Estados Unidos: ya se mostraba muy crítico con lo que se consideraba el gusto burgués en Europa; por ejemplo, en música sus modelos están representados por las extraordinariamente difíciles obras de Schoenberg, obras cuyo destino han sido el de permanecer honorablemente desconocidas, imposibles de escuchar. Paradójico, irónico, crítico implacable; Adorno fue el intelectual quintaesenciado, que rechazaba todos los sistemas, los que nos favorecían a nosotros y los que le favorecían a ellos, con idéntica aversión". Más adelante repasa lo que llama la "gran obra maestra de Adorno, Mínima Moralia, (…) que no es ni una autobiografía ordenada ni una reflexión temática, ni siquiera una exposición sistemática de la visión del mundo de su autor…". En Adorno, Said hace una catarsis, desnuda y verifica en la conducta del filósofo alemán lo que, en su opinión, debe ser un intelectual: un persona "cuyos pronunciamientos públicos no pueden ser ni anunciados de antemano ni reducidos a simple consignas, tomas de postura partidistas ortodoxas o dogmas fijos (…) Nada desfigura la actuación pública de un intelectual tanto como el silencio oportunista y cauteloso, las fanfarronadas patrióticas, y el repudio retrospectivo y autodramatizador". Son esas consideraciones, según Said, las que hacen de Adorno un ser "fragmentario, abrupto, discontinuo". Así como el ser que existe en una sociedad que repudia y que lo repudia, Adorno personificó, trascendiendo su propia biografía, el ser agobiado, anonadado, que deambula con sentido y pertinencia, existiendo en soledad, enhebrando palabras, zurciendo, tejiendo textos que se parecen al tiempo de Levinas, "algo que viene de sí mismo".


 

4

Una ficción (periodística): Un despacho de prensa de prensa reportado por un tal Guy Koswill en Roisy, Francia, da cuenta de un hombre que ha estado once años esperando un documento de identidad que le permitiera viajar al Reino Unido a buscar a su madre. Según Karim Nasser Miran la suya "es una larga historia" que comenzó en 1974 cuando partió de Irán a buscar a su madre de posible nacionalidad escocesa. Le retiraron la ciudadanía iraní y se acomodó en un aeropuerto parisino a esperar por el documento de identidad que lo reconociera como súbdito de la corona inglesa. El despacho asegura que "A su lado, en carro que lleva siempre con él, varias cajas de cartón guardan sus memorias" y, siempre según AFP declaró que "Toda mi ropa está en esos bolsos de deporte, además de un despertador que siempre suena a las siete". Identidad y tiempo en un hombre que no apura la verdad a extremos de publicidad, que sencillamente quiere reponer algo que ha estado perdido, oculto más bien, con una paciencia que sólo reconoce una hora, un tiempo cronológico que lo salva del anonimato. Esta ficción verifica en la cotidianeidad todo este entramado, a veces tenso, que es el discurso, la palabra sobre la esencial soledad del hombre, la extranjería del ser humano, su extrañeza, su puntual cuestionamiento que agoniza en el (des)concierto de la multitud que, como cantara Federico García Lorca en "Poeta en Nueva York", vomita y orina, agoniza "porque tan sólo el diminuto banquete de la araña / basta para romper el equilibrio de todo el cielo".


 

iLevinas, Emmanuel. "El tiempo y el otro". Ediciones Paidos Ibérica, Barcelona, 1993 p. 77, p. 83

ii Op. cit., p. 90

iii idem, p. 80

iv idem pp. 80-81

v "Selección de lecturas de Materialismo Histórico", s/e, s/l, 1976 p. 1

vi "Comunismo Científico, Diccionario", Ed. Progreso. Moscú, 1981

vii Said, Edward. "Representaciones del intelectual". Ediciones Paidos Ibérica. Barcelona, 1996. pp. 65-69

viii Op. cit., p.66

ix idem, p. 66

x idem, p. 14

xi idem, p. 67

xii Levinas, Emmanuel. "El tiempo y el otro". Ediciones Paidos Ibérica, Barcelona, 1993 p. 90

xiii Garcia Lorca, Federico. "Poeta en Nueva York". Ed. Seix Barral, Barcelona, 1987 p.90

jueves, 5 de agosto de 2010

Jet lag al llegar a Miami después de un viaje dentro del mismo huso horario de la ciudad; jet lag que se evidencia en cansancio físico, desorientación mental, y que agudiza la falta de sentido de pertenencia, y que se extiende algo más de una semana. Me exijo volver a la rutina –acostarme temprano, regar las plantas, llamar los amigos, salir al parque, a la playa, revisar el librero, releer ciertos pasajes de ciertos autores, alguna poesía auroral, alguna prosa gastada por el uso. La música, los recuerdos, las manos de E, las travesuras de los niños, la visita al padre y a la madre, coartadas para estar y sentir algún gusto, una rasera felicidad.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Ayer tarde en la playa, el agua tibia. Sentado, mas bien acostado, casi en la orilla, con mi hija, arrullándola, como si no fuera lo alta que es, como si fuera aún pequeñita; y ella no quería que cambiara de posición, ni que dejara de arrullarla; le pregunté y ella –I love it. Pensé que estaba viviendo uno de esos momentos que ambos recordaríamos siempre e identificaríamos con la precaria felicidad. Desde ya, sentí nostalgia. ¿Cómo es que ella, tan joven, apenas diez años, siente nostalgia de su infancia, del tiempo en que la cargaba y le cantaba bajito cualquier melodía para que durmiera? ¿Qué esto que nos puede aniquilar y, a la vez, nos fortalece, nos llena, aunque sea mínimamente, de alegría? Pienso en ella pensando, usando otras palabras para evocar este momento, en otro idioma; pienso en ella usando la palabra homesick, para enhebrar el pensamiento, el recuerdo de este momento.

viernes, 30 de julio de 2010

Apuntes de julio

De viaje una vez más; como cada verano de vuelta a las carreteras para observar, ver el paisaje humano y geográfico de éste cada vez más mi país de residencia. Lo hago en medio de una amargura (in)explicable, un sentirme cada vez peor conmigo mismo, dejando, ésta amargura, víctimas inocentes en el camino. No sería mejor que me sacrificara yo? No es ése el sentido del arte y del amor? Por ahora, de mañana, nuevos votos por nuevos comienzos y la promesa de dejar de lado la culpabilidad, esa hoja aciaga que me hiere y mata. Aplicarme la violencia y para ello qué mejor que disciplinarme con Pascal y Adornos y gotas de Vitier por allá. Esos son mis "dioses tutelares" este viaje.


 

I am the one with the faulty gene.


 

Nada por ahora de mis "dioses" –ni una lecturita. Los últimos dos días he estado dieciséis horas manejando. Cerca de Savannah, GA, un típico American landscape –hoteles impersonales dispuestos arbitrariamente y restaurantes saturados de parroquianos anónimos. Ayer, fecha patria, en Washington. Muy tarde para disfrutar de una ciudad en la que encuentro cierto solaz, como dirían los antiguos. Fuimos a comer y vimos los festejos por la televisión –muy americano. El regreso me recordó los ómnibus urbanos de La Habana: abarrotamiento y un calor desquiciante.


 

De Washington, su aire y trazado urbano reconcentrado, su pretendida grandeza que se estrella contra los arrabales circundantes. Lo verdaderamente amable en Washington son sus museos, los espacios en conservas de sus museos –como en una escala disminuida. El museo de Historia Natural es una versión apocopada del museo de Historia Natural del de New York, y así el de arte: muchos maestros antiguos (casi todos) con sus obras menores. Nos sorprenden, a veces, con exposiciones itinerantes o temporales. Aun así, los museos de Washington son una fiesta y me encanta bailar en ella. Si de baile se trata, recuerdo que fue frente al obelisco, en The Mall, a la sombra fálica del Washington Memorial que vi por vez primera a Celia Cruz. De Washington, memorias que sin ser indelebles, el tiempo las ha ido sacralizando.


 

Lectura moral: el sol de Vitier. Los intelectuales anticastristas aborrecen el sol del mundo moral. Los intelectuales castristas (si es que existen) lo usan como oráculo para hacer dormir sus conciencias. Los intelectuales a secas aprecian el esfuerzo de Vitier por establecer una línea de conducta que junte lo más raigal con lo más estelar del proceso patriótico cubano. Hay momentos en que la prosa evocativa de Vitier se vuelve de un talante vocativo y sus argumentos apelan a la narración ideológica de los hechos.


 

Moral espuria: la imposición, la violencia, el miedo, el insulto, el ninguneo como maneras para educar lo que uno al final más ama. Cómo fue que me pude des-paternizar? A qué recursos innobles, demasiados humanos, apelé? Cambiar el corazón de piedra por otro menos humano, más divino.


 

A la destreza narrativa de vargas Llosa, tengo ahora que anotarle una fineza inesperada. En Lituma en los Andes hace decir a uno de los personajes, Dionisio, el cantinero, que beber es el camino para que cada cual visite a su animal. Visitar al animal, que fineza! Al animal que nos confiere la carne y los deseos, la sangre y los apetitos, el instinto sensual de manosear, de lamer, de tragar, de descomer; visitar al animal que se va a descomponer, fétida materia. El Dionisio de Vargas es como un shaman que revienta el espiritualismo andino y muestra su carnalidad, la textura rugosa del alma.


 

Hacia atrás.


 

Llegué al frente de guerra el día cuatro de septiembre de mil novecientos ochenta y uno, a un mes y poco de mi dieciocho cumpleaños. El paisaje se me antojaba –ahora lo veo así- demasiado familiar para ser la primera vez que lo veía. El carguero fondeó al atardecer de ese día y esperamos el siguiente en el mismo camarote donde vivimos por veintiún días con sus tantas noches. Fui asignado a una compañía de zapadores que partiría de inmediato al frente sur. Me dieron, como al resto de la tropa, un módulo personal de aseo y uniforme, un fusil automático y noventa municiones, una mochila con unas latas de comida, dos mudas de ropa interior y medias, un cuaderno escolar y un bolígrafo, y unos buenos consejos: nada de andar solos, trabar amistad con los locales o fumar en la oscuridad. Hasta ese momento, la experiencia militar mía era lectiva con la salvedad de las dos semanas de entrenamiento que pasé antes de salir para el frente de guerra.


 

Llegamos a New Jersey a media tarde y nos perdimos al tratar de encontrar el hotel. Perderse ese iba a ser el signo de la estancia en esa área. Nos perdimos para encontrar la dirección de la galería en la que iba a exponer E en Union City, New Jersey. Nos perdimos cada vez que intentábamos regresar al hotel. Nos perdimos para ir a casa de Noemí Laza, la fiel amiga de mi madre, y para llegar a casa de JI y MD, amigos que van quedando.


 

Boston, the beautiful. Su aire decimonónico, su contenida nobleza, su falsamente reprimida admiración por lo británico, el gélido azul de los ojos de sus mujeres, sus bosques, los pueblos pequeños, la ciudad universitaria de Cambridge, los ríos que se confunden con las angostas entradas de la bahía, la incoherencia moderna de MTI y la exquisita sopa de arroz de Phô Pasteur.


 

Desde tan lejos escucho la gloria eres tú ahora que Olga ha muerto, de Méndez murió hace mucho. La muerte ha unido, lo que la vida separó.


 

Amherst en el siglo XIX debe haber sido un pueblo casi como hoy: encajado en medio de las montañas, rodeado de bosques, valles y ríos. Dicen que fue el centro industrial y de manufacturas más importante de la región. El padre de Emily fue representante por ese distrito en la Cámara de Representantes del congreso federal. Cuenta, Ruth Hooke, la amable anciana que me sirvió de guía durante la visita a la casa de Emily Dickinson, que los padres de ésta eran muy religiosos, puritanos, siempre vestidos de negro, serios, que solo dejaban que Emily leyera la biblia y a Shakespeare; el resto de la literatura que Emily leyó (George Eliot, Robert y Elizabeth Browning, de Quincey, Sterne, Hawthorne, Jane Eyre) fue de contrabando. En este entramado social, en una propiedad de catorce acres, en una casa rigurosamente serena y comedida, nació en 1830, una de las poetas más influyentes e importantes de la literatura norteamericana, que trascendió los límites de su región y de su lengua para instalarse en eso que algunos llaman literatura universal y que yo prefiero llamar la literatura. My verse is alive.


 

En Hartford he soñado con Cuba; no son las pesadillas recurrentes de los comienzos de la vida dañada; ahora sueño con las circunstancias de Cuba, y toda la responsabilidad incumplida, y todas las posibilidades tronchadas, y toda esa angustia que es ya amargura, y toda esta nostalgia que no se extingue; y todo esto dentro de un ser exánime.


 

Los prisioneros políticos recién excarcelado por el gobierno cubano, después de conversaciones con autoridades de la Iglesia Católica, comienzan a resentir y a mostrar su talante. Uno de ellos, de apellido González, dijo que habría que fusilar (yo lo fusilo, dijo) a quien criticara "eso", refiriéndose a las condiciones de vida y las expectativas que les esperan en España. Otros están incómodos con esas "condiciones de vida": un hotel de una estrella con baño compartido por las habitaciones, pequeñas, del mismo piso en un vecindario obrero; incómodos también con el estatus de inmigrante que las autoridades española piensan otorgarle, en vez del de refugiado que es el que creen se merecen. Comienzan algunos a hablar que fueron presionados para salir al exilio. No sé, a mi me lucen aturdidos, incoherentes y un poco ridículos, pero deben ser mis lentes ideológicos los que me devuelven esa visión distorsionada y falsa de la realidad.


 

Si uno mira, no ve nada -una pradera salpicada de escaso árboles, débiles promontorios que más parecen grandes piedras que pequeñas colinas, la tierra de amarillo desvaído, unos pájaros que vuelan a intervalos cortos, unas pocas reses, flacas, asustadas. Alguien me diría después que ésta era la versión africana de la Siberia rusa. Debajo es donde está la cosa. La "cosa" es la unidad militar: las barracas, la armería, las incómodas y pequeñas oficinas de mando. Y ahí era donde estaba yo: abajo, sentado en mi litera, fumando, leyendo, escribiendo, o hablando en las escasas horas de descanso que dejaba el día. El resto era ruido: el ruido al salir de ella abajo, el ruido de los metales de los cascos, de las cantimploras, de las armas, el ruido de los camiones que de pronto aparecían, como de debajo de la tierra también, pero un ruido sordo, por lo bajo. El resto era también largas caminatas –se desplegaba la unidad en pelotones, los pelotones en escuadras y las escuadras avanzaban como las falanges griegas. Se avanzaba cada día en distintas direcciones, más cerca, más lejos. Misión: detectar y desactivar minas anti-personales y anti-tanques para asegurar el avance de las tropas de infantería, artillería, motorizadas. En el cumplimiento de esa misión tuvieron lugar varios enfrentamientos con avanzadillas del enemigo –fuego real, víctimas reales, uno empieza a pensar en la biología con cierta intensidad. Esa fue mi primera reacción frente a la muerte, o la posibilidad inmediata de la muerte, la fragilidad de la biología y, a la vez, la maravilla de la misma, su trabada organicidad.


 

Atravesamos Connecticut de este a oeste: camino entre montañas, salpicado de puentes sobre ríos amplios y vastos, vegetación espléndida. Un rato en New York, parecido paisaje con bandera a media asta por la muerte del dueño de los Yankees. Entrada en New Jersey que en estas latitudes es un paisaje totalmente distinto al que nos ofrece frente a la ciudad de New York, un verdadero jardín. Almuerzo tarde en Applebees, en la ciudad de Troya; pasaje por Princeton; llegada a Philadelphia. Hotel feo frente al Museo Rodin en el museum district.


 


"No soy de las personas que disfrutan del presente, así es, soy de los desgraciados que disfrutan del pasado, ésa es la verdad, dijo Reger, siento el presente como ofensa y como desconsideración, ésa es mi desgracia". No hubiera podido decirlo mejor. Gracias, una vez más, Bernhard.


 

lunes, 28 de junio de 2010


Apocalíptico! Dijo Silvio Rodríguez hoy en su blog. La Reflexión de Fidel deja una intranquilidad tremenda. A no ser que se intuya la capacidad política del líder histórico de la Revolución cubana –desnudar a la clase política norteamericana de sus espurios pretextos y alertar a los gobernantes de los países sitiados de las irremediables consecuencias de jugar el mismo juego (sucio) de los so-called dueños del mundo. La racionalidad y el bien común deben imponerse a los ladridos de los perros (y halcones) de la guerra.

domingo, 27 de junio de 2010

Puedo pasar horas leyendo a Vargas Llosa, tanto como a Kundera. Este anti-comunismo literario! Sus maneras desgranadas de contar. En el caso de Kundera, lo que más él desprecia como autor: su lirismo lacónico, la música imperfecta de su escritura. En Vargas Llosa la virginidad de su prosa perdida, el cuento desvaído en otro cuento y, así, hasta fabular sobre la misma escritura.

sábado, 26 de junio de 2010

Creo en las fronteras, en las que nos hacen diferentes. Nuestra singularidad es eso, ni más ni menos. Mi yo no te anula, te fortalece en tu individualidad. La ideología ilustrada, concebida en buena parte para codificar y subordinar la singularidad del individuo al aparato estatal y sus instituciones, nos hacen dormitar en el sueño colectivo del igualitarismo. El futuro es una estafa sobre el que se erigen las ideologías de la felicidad para controlar hoy. Creo en el pasado, en las cosas ya hechas –en ellas se puede discernir lo bueno de lo malo, lo correcto de lo que no lo es, lo útil y su adversario. El pasado es el alimento de la fe, el que hace a ésta proteica y verdadera, el que dibuja el porvenir y lo hace creíble y posible. La fe de nuestros padres nos lleva desconfiar de esas ideologías de la felicidad fabricadas sobre el futuro. En los textos antiguos no hay alusiones al futuro y a toda esa retórica que se fabricado en torno a él –manuales de auto-ayuda: hay que creer en uno mismo, los sueños nos inspiran y se hace realidad, ser positivos y todo ese atajo de espurios apotegmas.

jueves, 24 de junio de 2010

Postdata

Como lo indica su titulo este sitio trata de cosas pasadas. Uno de los significados más legítimos es en el sentido de lo inoportuno, de lo que debía haberse dicho o hecho y no se dijo ni se hizo, o de lo que debía haberse evitado y no se evitó; esa inoportunidad que es hilo, y que teje y traza. Como en las cartas –lo que se olvidó escribir, o es de menor o tangencial importancia y se escribe al final, separado de la carta. También se pudiera entender como notas al pie de la página, o notas marginales –este otro sentido de marginalidad con respecto a un corpus principal, bien de la escritura, bien de la vida. Otro sentido pudiera ser el de dilación, el de postergar. Todos esos sentidos sirven para explicar las 'postdatas", esas "cosas pasadas" de las que trata este sitio.

Kafka, Diarios (1920)

Del cuaderno en que Franz Kafka registraba sus impresiones diarias, los apuntes tomados en 1920 que lograron sobrevivir a la voluntad de d...