Ayer me sucedió esto mientras tomaba café y fumaba a la sombra de unos toldos muy sucios: "Se acercó alguien y con un tono de voz a mitad de camino entre el suspiro y la conspiración, me preguntó, Usted es Fulano de tal? y me tendió su mano que era como su rostro –pálida, alargada, huesuda, sudorosa, una mano que no se quiere estrechar, uno rostro que no se quiere ver. Pero ahí estaba su mano, y su rostro, delante de mí, impaciente, con el sudor que la impaciencia produce en los cuerpos. Le dije si, soy el que dices y tendí mi mano hacia su rostro que era como su mano -me esquivó y se persignó entre alelado y penitencial."
viernes, 12 de noviembre de 2010
pascalianas
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Carísimo:
ResponderBorrarLa reacción es natural: generalmente nos repugnan los otros, nos decepcionan los demás. Lo peculiar de este caso es que el buen señor haya mostrado lo que pensaba en lugar de ocultarlo con buenas maneras... Un abrazo,
Giorgio