Creo en las fronteras, en las que nos hacen diferentes. Nuestra singularidad es eso, ni más ni menos. Mi yo no te anula, te fortalece en tu individualidad. La ideología ilustrada, concebida en buena parte para codificar y subordinar la singularidad del individuo al aparato estatal y sus instituciones, nos hacen dormitar en el sueño colectivo del igualitarismo. El futuro es una estafa sobre el que se erigen las ideologías de la felicidad para controlar hoy. Creo en el pasado, en las cosas ya hechas –en ellas se puede discernir lo bueno de lo malo, lo correcto de lo que no lo es, lo útil y su adversario. El pasado es el alimento de la fe, el que hace a ésta proteica y verdadera, el que dibuja el porvenir y lo hace creíble y posible. La fe de nuestros padres nos lleva desconfiar de esas ideologías de la felicidad fabricadas sobre el futuro. En los textos antiguos no hay alusiones al futuro y a toda esa retórica que se fabricado en torno a él –manuales de auto-ayuda: hay que creer en uno mismo, los sueños nos inspiran y se hace realidad, ser positivos y todo ese atajo de espurios apotegmas.
sábado, 26 de junio de 2010
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