Siento en la carne las exigencias de la verdad—duele
vivir en la verdad, decir la verdad. La verdad siempre cuestionada (¿qué es la verdad?, se preguntó Pilatos),
para unos, absoluta, para otros, relativa. La verdad que elaboro según mi
parecer o que brota de la práctica de la honestidad, de vivir acorde a
principios éticos. Y, ¿quién, o que entidad, establece lo que es ético? Tengo mi verdad, que se conforma con mi
biografía, sensibilidad, formación, experiencias. No creo que sea la verdad, sólo apelo a ella como
individuo. Mas, con San Agustín pienso que en "todo, caridad", y en
eso, en la caridad, radica la ética. Los buenos modales y la paciencia, y
cuando no se puede, la distancia, salvan
al individuo del infierno que pueden suponer los otros, incluso de uno mismo, tomar distancia de uno mismo.
En la liturgia cristiana, la verdad es centro y
fundamento, la verdad revelada que se
acepta en la fe, don que se recibe y se acepta, se recibe y no se acepta o,
simplemente, no se recibe: Y les habló muchas cosas por
parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar. / Y mientras sembraba, parte de la
semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron. / Parte cayó en pedregales, donde no
había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; /
pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. / Y parte cayó
entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron. / Pero parte cayó en buena tierra, y dio
fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno. / El que tiene oídos para oír, oiga. En estos
menesteres de la fe y de la duda, de lo que creo creer, de las exigencias
materiales y sensoriales que la vida de
fe requiere, de la vida eterna y su forma (¿o sus formas?), he pasado parte considerable de mi tiempo.
Lo litúrgico no
admite medianías, ni indiferencias. La liturgia es, al mismo tiempo, un acto
público y un asunto privado. La liturgia es, fundamentalmente, un rito
religioso, aunque se pueden practicar liturgias más seculares, ritos personales,
que aluden a lo trascendental o a lo inmanente.
De Pascal: "He ahí lo que veo y lo que me turba. Miro a todas partes y sólo veo
oscuridad. La naturaleza no me ofrece nada que no sea materia de duda y de
inquietud. Si yo no viera nada que me indicara la existencia de una divinidad,
me determinaría por la negativa; si viera por todas partes las señales de un Creador,
yo descansaría en paz en la fe. Pero, al ver demasiado como para llegar y muy
poco como para asegurarme, estoy en un estado lastimoso, en el que cien veces
he deseado que, si es sostenido por un Dios, que se descubra sin equívocos; o
que, si las señales que nos ofrece son fraudulentas, las elimine totalmente:
que diga todo o nada, para que yo vea qué partido debo seguir. Mientras que en
el estado en que me encuentro, ignorando quién soy y qué debo hacer, no conozco
mi condición ni mi deber. Todo mi corazón tiende a conocer dónde está el
verdadero bien, para seguirlo; nada me sería demasiado costoso para la
eternidad. / Siento envidia de los que veo que viven en la fe con tanta
negligencia, y que usan tan mal de un don del que me parece que yo haría un uso
bien diferente. Eso es, dicho así, sin rebuscamiento ni torcimiento, siento
que estoy en el espíritu y la letra
de Pascal, y que en el estado en que me
encuentro no tengo otra salida que buscar y obrar el verdadero bien.
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