martes, 19 de septiembre de 2017

Litúrgicas (1)

Liturgia es repetición consciente, voluntaria y deseada de ritos y palabras para mantener una actitud existencial lo más centrada y coherente posible. Es una disciplina, una rutina que se ejercita para que ese ser inconsistente que somos se fortalezca y crezca en el hábito de ser útiles en la virtud de crear algo, sea un mueble o una oración —en eso seremos como Dios, creadores, y seremos, como escribió el mejor de nosotros, del bando de los que aman y fundan. Hay liturgias seculares—colar café, encender un cigarro, hacer gimnasia; y liturgias que apuntan a lo trascendente; algunos se persignan, o se cuidan de levantarse con un pie y no con el otro, o se hincan de rodillas y doblan el cuerpo hasta tocar el piso, o le tocan una campanita a eleggua u otra deidad de otros panteones. Todos usamos el baño, aunque con modales diferentes.
Hoy día, diecinueve de septiembre, en mi calendario litúrgico personal es un día señalado. Hace veinticinco años era sábado y yo estaba en Cuba en la mañana y fuera de Cuba al mediodía. Los primeros años recordaba conmovido ese día, y hoy sé que es otro día más, y que hoy mañana no será más, que aquel otro día fue único e irreparable, que lo que queda es la liturgia de recordar ayer para que sea hoy... la liturgia del recuerdo como reparación.
Mis días son casi iguales; cuando no lo son, me duelen las articulaciones.
El evangelio de hoy: s. Lucas 7, 11-17: En aquel tiempo, se dirigía Jesús a una población llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de mucha gente. Al llegar a la entrada de la población, se encontró con que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de una viuda, a la que acompañaba una gran muchedumbre. Cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo: "No llores". Acercándose al ataúd, lo tocó, y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces Jesús dijo: "Joven, yo te lo mando: Levántate". Inmediatamente el que había muerto se levantó y comenzó a hablar. Jesús se lo entregó a su madre. Al ver esto, todos se llenaron de temor y comenzaron a glorificar a Dios, diciendo: "Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo". La noticia de este hecho se divulgó por toda Judea y por las regiones circunvecinas.


No, éste no es Lázaro; es un joven, anónimo, a quien su madre lloraba y de quien Jesús se compadeció y por eso lo resucitó. La actitud de quien está vivo: levantarse y hablar.

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