Preparando la anotación de ayer, pensé en el
silencio que es consustancial a lo litúrgico—la liturgia emana del, y se
realiza en, el silencio. No el silencio que algunos imaginan como ausencia de
sonidos, sino como presencia de totalidad, como si en la integración de todos
los sonidos estos se anularan y se alcanzara la quietud, el sosiego... Pienso
en esos momentos entre palabras y ritos que se consagran a pensar, meditar u orar,
en esos en que me detengo y miro atrás, o hacia delante, hacia la certeza de un
día estar en otra parte, o en ninguna; y, en esos otros, en que recuerdo a aquella
persona que tanto amé y sé perdida ya, para siempre, o en aquel momento que
vago por los portales o aceras de las anchas avenidas; pienso en el silencio
del puerto, de la ciudad de noche, del amanecer en camino a la unidad militar
o, años después, a la universidad; el silencio de estar solo o en medio de las multitudes,
pero solo; el silencio de la música o de la poesía, de la lectura de aquel
libro de aventuras, de todos los libros en la sala de lectura de aquella
biblioteca o en la sala de casa (para leer hay que estar aislados, en lugares delimitados, cerrados, en donde los otros son
meros espejismos, ánimas de paso —no sé cómo alguien puede leer en lugares
públicos, al sol, sin vergüenza alguna).
Pensando en esta anotación, desperté en medio de
la madrugada. Me puse a leer un blog,
del cual recibo notificaciones periódicas, de un inglés, agudo lector, hombre
de silenciosos apuntes —¿cómo escribir "silenciosas escrituras"?—,
que citaba, a su vez, otro blog y lo
que su autor había escrito: "Silence
is not something we can talk about in public. [...] Perhaps
building a library is an attempt to make silence physical." Esto es un acto litúrgico, no mera
casualidad—pensaba escribir esta nota sobre el silencio y aparece este texto
que no es sobre el silencio, y que cita a Steiner que, a su vez, escribió sobre
la escritura de Bernhard como una "monotonía del odio", hay algo
monótono en el silencio, pero aparece este texto, como enviado, escritura en la pared: el silencio es privado, la
biblioteca como espacio del silencio. Eso sucede cuando estoy
"tramando" algo—llegan señales, indicios, pequeños gestos.
Algo más tarde, esa misma madrugada,
recibí una llamada desde Zurich y me dice el amigo que lea "Lenin
2017", de Žižek , y
busqué un avance de esa lectura y resulta que un autor tan aparatoso como Zizek
comienza su Lenin citando una obrita
pequeña de Freud, cuyo título articula una posible mecánica del silencio: recordar, repetir, reelaborar, y pienso que
pueden ser tres momentos equivalentes y simultáneos del silencio litúrgico.
Al sentido litúrgico de la vida no
escapa nada—cada cosa, acto, gesto o palabra está enhebrado de manera que nada
sea ajeno, que cada cosa sea parte de esa totalidad a la que aspiro.
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