Martí muere… y todavía inquieta y no pueden dejarlo reposar
tranquilamente y disfrutar lo disfrutable de su vida y de su obra y ser más o
menos martiano y no marcarse y desmarcarse de la política cubana con respecto
de él y aceptar like it or not que
Martí estará en la historia de Cuba y no lo sacaran ni lo secaran las
invectivas y las adulaciones… Martí muere y los agoreros de todos los finales –de
la historia, de la filosofía, de las religiones, de la especie humana, de la
revolución, de la novela- no hacen otra cosa que agotarse, que consumirse en su
propia desesperación disimulada por la complacencia y la displicencia… Martí
muere, y uno, claro, siente que se disipa, que la memoria va cediendo, y los
afectos también… Recordar que Martí muere, una manera de recordar nuestra
propia muerte y la importancia de vivir consecuentemente… Hay un Martí
humanamente angustiado, que duda y que se sobrepone y avanza... Hace unos años compré una edición española del diario de campaña de Martí, prologado por Cabrera Infante y lo perdí, eso parece, porque no lo encuentro... Me pareció aquel prólogo, sin ser erudito, muy sentido, muy a lo Cabrera Infante.
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