miércoles, 22 de mayo de 2013

Diario, May 14, 2013

Un poco mejor que ayer pero aún de humor muy, muy decadente. Sigo leyendo a Harss y su prólogo a “Los nuestros”; al fin, comienzo a leer su ensayo-conversación con el primer autor seleccionado, Carpentier, por quien parece tener sentimientos encontrados: la persona no es de su agrado, su obra la aprecia. Mis lecturas de Carpentier son desafortunadamente escasas: “El reino de este mundo”, “Vuelta a la semilla”, un librito que recoge las crónicas que escribiera sobre La Habana y la puesta en escena de "Aprendiz de brujas"; he leído alguna crítica pero sobre todo mucho dime-que-te-dire sobre él, algunas fuentes más confiables, otras menos. Parece ser que no era muy simpático, más bien ampuloso, farragoso, pagado de sí mismo. Lo que importa es su literatura, la obra literaria que legó, imprescindible, fundadora. Ciertamente, no me gusta la grandilocuencia, el exceso de barroquismo, pero no hay banalidad en su literatura. Me voy a imponer como penitencia por el descuido de su obra cuando debía haber leído, leer “Los pasos perdidos”, “El acoso”, y “El siglo de las luces” (esta parte de la penitencia es dudable). En la tarde fui con L al parque, ese niño es de una felicidad rayana en lo celestial. Recupero un poco la alegría por contagio de la suya. Su manera inocente de relacionarse con todo y con todos. Pienso…

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