viernes, 8 de febrero de 2013

Diario, February 6, 2013


Muy de mañana, preparando el desayuno vi un documental que hicieron en Cuba sobre Nicolasito Guillén Landrián… En verdad, es una conversación con Gretel Alfonso, que fue su esposa desde 1987. Los conocí a finales de los 90 a través del Zamo. Vivían en un motel del downtown, en condiciones muy difíciles, con unos vecinos del cará. Eran muy amables con las visitas. Fui muchas veces por su casa y siempre, la amabilidad, la conversación aguda y sensible de Gretel (recitaba a John Donne de memoria), y los desvaríos brillantes de Nicolasito. Alguna vez, A.R. de “El Nuevo Herald” lo acusó de “pintor de brocha gorda fabricado por la CIA”. Se escribió una carta de protesta que fue publicada por el mismo diario. Disfrutaba estar con ellos, E., no tanto. La última vez que lo vi fue en Bayside (este lugar horrible junto a la bella bahía), esperaba por Greter que había comenzado a trabajar en ese lugar en un stand vendiendo baratijas. Ya no vivían en el downtown; se habían mudado para la Pequeña Habana. Y de allí a La Habana en diferentes formatos: él, cenizas; ella, triturada. En el documental parecía ella, muy ella, fumando sin cesar, con esa gracia y clase que no se compra ni se fabrica ni se hereda, se nace, inteligente, discreta…

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