Pensé, tras su octava entrega, dar por terminada
esta serie, que empezó titulándose "anotaciones litúrgicas", pasó luego
a llamarse "apuntes litúrgicos" y acabó denominándose, sencillamente,
"litúrgicas". Algo de epitafio tuvo la nota que precede la traducción
del texto de Karl Rahner en la entrada anterior. Pero lo litúrgico no es
repetición vacía de palabras y gestos, ni está sujeto al arbitrio de los
desertores, y es, esencialmente, evocativo, envía señales. Rolando Prats, que
con generosidad y competencia revisó la traducción de Rahner, sugirió hacer
algunos cambios, entre ellos, sustituir el adjetivo "espiritual" por
"interior", refiriéndose a ese hombre que se debate en asuntos
"espirituales" o "interiores". La pertinencia del cambio
estaba más que clara: el texto de Rahner usa "interior" cuatro veces
en tres párrafos consecutivos para referirse al hombre, interior man, para referirse a la vida, interior life, y para referirse al recogimiento—que no al
“recuerdo”, como inicialmente había creído yo—, interior recollection. La cuarta vez que el autor usa ese adjetivo,
lo usa entrecomillado: Only through Your
help can I be an "interior" man in the midst of my many and
varied daily tasks (el subrayado es mío), como para usarlo en su sentido de
espiritualidad. ¿Por qué habría de
cambiar ese adjetivo y usar el de sentido más directo de
"espiritual", si, de forma tan evidente, el traductor primero, del
alemán al inglés, había decidido no hacerlo? Rolando argumentaba "Observa que en inglés está entre comillas.
El más genérico “espiritual” no aparecería entrecomillado. Véase “hombre interior” en Rm 7,
22; Ef 3, 16)." Diligente fui a consultar la epístola de San Pablo a
los Romanos, en el capítulo y versículo citados —Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios...— y Rolando, traductor
exigente y puntilloso, tiene no solo toda la razón, lo cual es muy poco, sino que además
le asiste la exactitud, el desvelo por la "infinitud de la forma" (escrito por Rolando en mensajes
cruzados entre él y yo) y recuerdo también que me escribió: "Si yo creyese, viese a Dios en esa forma
alcanzada a base de disciplina, de sacrificio"; entonces, no tengo
otro remedio que acceder, como casi siempre, a sus consideraciones, y rendir mi
"espiritual" a su "interior". En esa búsqueda, ese
seguimiento, de la devoción por la forma, que no por lo formal que me anima a buscar, a seguir, me doy cuenta de que el versículo citado por Rolando como
fundamento de su corrección es parte de las lecturas de la liturgia del día, de
la misa, de la celebración de la Palabra y del sacramento de ese día en que
intercambiamos esos mensajes y su revisión de mi traducción. No creo que sea feliz coincidencia, es la cadencia de la
voz de Dios que se escucha, se lee, a través de los acontecimientos y
de la palabra de los otros, que sale detrás de cualquier roca, que se presenta
en lo menos imaginable y accedo a seguir esta "saga" de
"litúrgicas" escrituras que no aspira sino a testimoniar, a celebrar,
el encuentro de lo que acaba en infinito, en el acto y en la letra.
martes, 31 de octubre de 2017
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