De la primera lectura del cuarto lunes de cuaresma del
profeta Isaías (2018)
«voy a crear un nuevo cielo
y una nueva tierra:
de las cosas pasadas
ni habrá recuerdo ni vendrá pensamiento»
«voy a crear un nuevo cielo
y una nueva tierra:
de las cosas pasadas
ni habrá recuerdo ni vendrá pensamiento»
¿Qué más añadir a esta
profecía en cuanto conocimiento de la vida eterna, si aceptamos la vida eterna
desde la fe? Esta es una de las angustias del hombre, su finitud, su
mortalidad, el dolor de la muerte y el dolor en el morir, la violencia de ese hecho, la violencia con que ese hecho puede precipitarse. Las religiones
han sido explicación del mundo natural y promesa de otro sobrenatural,
protección contra el mal en esta vida, promesa del bien eterno —no hay
civilización, cultura, grupo humano que haya escapado a la religión o la haya soslayado,
estará ahí siempre, no importa los altos niveles de desarrollo material y y
conocimientos científicos, la pregunta siempre
está ahí, la duda. Desde la fe
decimos, "viviremos, sí, pero cómo". Entonces, se nos regala esta
profecía hermosa como lectura de lunes, a pocas semanas de las celebraciones
más importantes del calendario litúrgico romano —pasión, muerte y resurrección
de Jesús, triduo pascual, revelación
del kerigma
Si queremos saber cómo es
la vida eterna, ahí está en pocas y hermosas y claras palabras lo que es —sin
esoterismos baratos, ni misticismos ni arrobo, ni lágrimas ni carcajadas, ni new age o feng shui, o budismo o hara
krishna, o meditación yoga con barniz cristiano [que la oración cristiana
es lectiva, porque nace de un libro que contiene muchos libros, y es histórica,
porque narra hechos y dichos, lectiva e histórica]
Pascal dixit: «La inmortalidad del alma es una cosa que nos
importa tanto, que nos interesa profundamente, que es fuerza haber perdido todo
sentimiento para permanecer indiferente sobre saber lo que es. Todas nuestras
acciones y todos nuestros pensamientos deben tomar una ruta tan diferente,
según que podamos esperar o no bienes eternos, que es imposible dar un paso en
la vida con buen sentido y juicio, como no sea reglándolo según las ideas que
se tengan sobre ese punto, que ha de constituir nuestro supremo fin.» [L’immortalité de l’âme est une chose qui nous importe si fort, qui nous
touche si profondément, qu’il faut avoir perdu tout sentiment pour être dans
l’indifférence de savoir ce qui en est. Toutes nos actions et nos pensées
doivent prendre des routes si différentes, selon qu’il y aura des biens
éternels à espérer ou non, qu’il est impossible de faire une démarche avec sens
et jugement, qu’en la réglant par la vue de ce point, qui doit être notre
dernier objet]
El
cuerpo muere: la materia se transforma: veintiún gramos
Hace
unos meses, asisto, virtualmente, a misa diaria. Una parroquia madrileña. Un
sacerdote que incluye siempre en las preces una muy especial por la terrible situación en Venezuela.
Y nada más. Ningún otro ruego —es como un guión. La fácil, y conveniente,
conversión de los efectos (tan promiscuos) en causa tan transparente. O la satanización
de la mentira cuando la verdad es ardua. Casi en todas sus homilías repite que existe la vida eterna, la resurrección de
Cristo es un hecho histórico. Dice que existe la vida eterna con la
convicción de alguien que ha visto y oído y palpado, con la fe del discípulo que vio y creyó (Juan 20, 8)
Wittgenstein
preguntó si no era la vida eterna tan enigmática como la presente
Es
difícil aceptar que de las cosas pasadas ni habrá recuerdo... Difícil por lo que hemos amado aquí, que siempre pesan más esos
instantes dichosos que la desdicha. ¿No hay ahí un exceso de celos divinos? La
eternidad a cambio de la memoria
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