El sábado en la mañana, tomé el primer avión a New York. Del aeropuerto a la ciudad en el AirTren: sesenta minutos exactos a Penn Station y de allí sin sacudirme el polvo del camino y el estómago vacío a Barney Greengrass, en Amsterdam Avenue y la setenta calle, un regalo de Norman Manea. Ordené scrambled eggs with smoked salmon and orange juice para seguir a Manea pero añadí un borscht, caldo de Europa Central, agua mineral, café esspresso y un cigarro caminando a través del Parque Central hacia el Metropolitan Museum.
Casi las dos de la tarde. Donación y entrada a uno de los edificios en el que la solemnidad no está reñida con la gracia. Llevé a Lorca conmigo y su “Poeta en Nueva York”, lecturas como intermedios, recesos de la función del arte. Al rato llega Reger y nos sentamos frente a “Ugolino and his sons” de Carpeaux. Apenas hablamos, saludos de cortesía. Después de un buen rato en silencio se vira y me pregunta qué buscas? A portrait of a woman, dije, su rostro a más no poder. Un rostro no más, güerito? A Reger le gustaba fingirse mexicano. Bueno, pues, aquí tienes varios pero creo que te sentaría la mujer de Lorenzo de Credi. Ve a verla, me animó. Nos despedimos no más. European Paintings, me indicó solemne el acomodador, third floor, west side. Allí estaba, de luto con anillo de oro suspendido entre sus dedos; como anillo al dedo, pensé. De luto y con anillo de compromiso de hombre: “This damaged but evocative portrait has been identified as the widow of Credi's brother, who was a goldsmith. This would explain why she is dressed in black and holds a ring. The juniper bush (ginepro) behind her could refer to her name, Ginevra di Giovanni di Niccolò. The picture was inspired by Leonardo's portrait of Ginevra de' Benci in the National Gallery of Art, Washington.” La mirada (de ella) no está con el retratista y su boca exige ser besada; la dualidad del espíritu débil y la carne impetuosa; lo que trasciende y lo que no puede. Allí, sentado, como Reger [pero Reger mira un anciano de barba blanca] sentado estaba y miraba esa viuda con el anillo suspendido y no sé por qué, quizás fuera por el falso acento mexicano de Reger, dije la chingada se lo llevó. Afuera del museo una fina lluvia caia pacientemente. Faltaban aún casi cinco horas para tomar el avión de regreso a casa y decidí subir hasta la 110 calle y buscar en la avenida de Amsterdam, un pastry shop húngaro al que un amigo cura me había invitado una vez. Sentado en portal del café, que ahora me pareció menos glamoroso, Lorca paseó sus versos de Poemas en la soledad de University Columbia: Tropezando con mi rostro distinto de cada día. / ¡Asesinado por el cielo!
Manea tenía razón, el Barney Greengrass del Upper West Side sirve unos scrambled eggs with smoked salmon and orange juice que bien valen este viaje; así como el viejo Met, uno de los templos del arte. Y tu rostro tan distante, y las manos de amarme; el anillo solo.
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