viernes, 9 de noviembre de 2012

Sobre una lectura de Marx

El dilema de la muerte del individuo real concreto se ha manipulado para que ésta aparezca como estímulo a la no-acción social y a la deificación de la búsqueda del placer como bien último y definitivo. Así, ese individuo real concreto que el pensamiento posmoderno arropa y descaracteriza privándolo de su verdadera esencia, ser comunitario, ser con una decidida vocación social, entendiendo ésta como proyección de la individualidad hacia el colectivo buscando satisfacer las necesidades del otro, muere en cuanto individuo real y se transforma en cosa, se cosifica y pasa ser parte de la abultada oferta del mercado. En las condiciones actuales en que la realidad misma se ve superada por el efecto virtual de lo que Marx llamó industria, y el reclamo de los derechos inalienables del individuo se parapetan tras la defensa de “nuestro modo de vida” (entiéndase o léase, vida de confort y placer), el individuo adocenado, sin otras disidencias que aquellas que lo llevan a elegir una marca comercial sobre otra, es televisado (impuesto como patrón) como un individuo de perenne juventud y lozanía, felicísimo de no saber nada sino de dietas y píldoras, que va dejando una estela de descompromisos para subsumirse en su oscura y patológica mismidad. Ser aislado, desconectado, sin participación real en la vida social, destruido como sujeto, objetivado en producto intercambiable, objeto que cree haber superado “la dura victoria del género sobre la especie”, convertido en individuo no real ni concreto, imagen holográfica, sumatoria despersonalizada de la especie.

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