Pardon me. Was I invited to your final passage
from here to out there?
¿Te llevaste las cosas, las
cosas sin razón
como un ripio de aire ido?
En el anaquel, justo al lado de García Vega’s Palíndromo y Poemas para penúltima vez y Vilis, Visitaciones de García, esta vez, Marruz. Quienes en vida no pudieron segar juntos, ahora los sesga la muerte, como antes los había sesgado la política y, antes aún, la estética. Sin embargo, en el estante los García están uno junto al otro -sus literaturas tan dispares, dispuestas ahora, por obra y gracia del orden alfabético, en promiscua vecindad. G. Marruz: Una dulce nevada está cayendo / detrás de cada cosa, cada amante, / una dulce nevada comprendiendo / lo que la vida tiene de distante. / Un monólogo lento de diamante / calla detrás de lo que voy diciendo, / un actor su papel mal repitiendo / sin fin, en soledad gesticulante. G. Vega: Ah, que los albores de esa noche comiencen la zona / con flor que apenas toca / el secreto silencio. / Dibujo apagado por el destrenzar pálido / nevar de invierno. / Porque nuestro centro galopa, / como el jinete de aquella lectura, del imaginarnos la noche / y nuestro traje, nuestra tristeza, apareja la sequedad / con su canto de rasgado insecto. Que distantes esas formas y sensibilidades poéticas nacidas en los dobladillos que Baldovina cosiera a Lezama allá en los lejanos cuarenta! Marruz en La Habana y Vega desinstalado, son, fueron, ella es ahora, fundadores, testigos, albaceas espirituales de una de las más conspicuas empresas culturales cubanas, Orígenes.
De G. Vega, una estética difícil como leche condensada en mediodía de verano vertida con desgano. El no-escritor G. Vega, o su no-escritura, pudiera ser una variante tropical de la anti-poesía de Parra, Nicanor, aunque su no-escritura carece de gracejo criollo. Como un bañista de ocasión, en su Playa Albina, G. Vega siempre ajeno, extrañado, con sus ojillos de niño sombrío, inquiere por la próxima estación; como el tren que lo llevara tantas veces de Matanzas a La Habana.
P.D. Visité a Lorenzo García Vega en varias ocasiones. No fuimos amigos. Pudimos serlo. Ediciones Catalejo estuvo cerca de editar su Taller del Alquimista; creo que aún sigue inédito. Hablamos de su entonces proyecto de novela sobre el Hotel San Luis. Nunca posó; no fue arrogante. Cuando hablamos de Lezama Lima u Orígenes, no había rencor, ni recriminaciones. Estaba en las antípodas del formalismo, de lo encartonado. Fue honesto con (y en) su literatura, consigo mismo: despreció por igual la falsedad y la componenda tanto en Cuba y como en el exilio. Su literatura desaliñada, sus lecturas múltiples transcritas en muchos de los textos que escribiera, su vocación de marginal, de ser una nota al margen de las “grandes narrativas”, son un mentís a la corrección literaria, al canon establecido.
jueves, 7 de junio de 2012
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