sábado, 17 de diciembre de 2016

Coletilla

[A propósito de la publicación en Patrias de un artículo de John Lee Anderson, decidí escribir(le) una coletilla para, de un modo muy sencillo, decirle a ese escribidor que la impunidad no lo es tanta. Todos los enemigos, abiertos o solapados, de Cuba hablan de la muerte de Fidel y del fin de la Revolución. ¿No aprenden? No aprenden.

Penúltimas impudicias 

Desde el mismísimo título hasta la última oración, el artículo de Jon Lee Anderson divulga el mensaje que ellos han decidido se debe transmitir, ora usando la chabacanería más ramplona (de Miami y Nueva Jersey, digamos), ora el educado y académico discurso de periódicos, revistas y otros medios: murió, ya nada será igual. Lo que se puede traducir como sigue: el orden y la normalidad, el mercado y la libertad han ganado, no hay alternativas, demoró un poco, pero, al fin, éste sí es el verdadero final de la historia, dice Fukuyama disfrazado de Anderson. [Andrés Oppenheimer puede descansar, su larga hora final ha acabado, su vaticinio se ha cumplido.] 
A lo largo de todo su artículo, Anderson se dedica a rebajar a la categoría humana a un semidiós (como él mismo describe a Fidel): entonces nos cuenta de las bolas de helado que se comió una vez, de sus meteduras de pata con el Che en Bolivia y la Crisis de Octubre; de su manipulación de los eventos del Mariel en 1980 que comienzan, según Anderson, con la entrada a la fuerza de un grupo de “disidentes” a la embajada del Perú y terminan con la producción de “Scarface” en 1983; nos dice Anderson cómo los profesionales cubanos abandonaron Cuba a partir de los noventa para ser botones, prostitutas y vendedores ambulantes en distintas ciudades del mundo; el objetivo Anderson nos cuenta también de las facultades de “Castro” (entre comillas, porque jamás podré pronunciar así, a secas, el apellido de Fidel, sin sentirme, por ese mero gesto que no tiene nada de neutral, ajeno a mí mismo) para engañar, a Matthews, de TNYT, y al mundo, porque hizo de las enseñanzas de Maquiavelo una “marca registrada”. Lo único que le concede, de pasada, claro, es que le llama “valiente”. ¡Dios mío! ¡Y este señor está escribiendo una biografía de Fidel Castro, y escribe para The New Yorker y este artículo es para la BBC! 
Los confunde la verdad. No pueden, bajo ningún concepto, admitir la verdad, la rectitud, la consagración a un ideal, con el que se puede o no coincidir. Lo de ellos es seguir pasando su inmunda codicia disfrazada de derechos humanos y libertades fundamentales.
Anderson, quien es lo que suele llamarse un escritor serio si lo comparamos con otros del patio, entiende la realidad a partir de códigos y lecturas recetadas, no hay una mirada crítica, un pensamiento independiente: simplemente no hay alternativas, a lo sumo podemos arrancarle algunas mejorías a esto, pero remedios radicales, nueva sociedad, cambio de estructuras socioeconómicas y del régimen de propiedad, no, nada de eso, eso es una quimera, un imposible metafísico, un cuento de camino de esos que dice Anderson, Fidel dominaba tan bien. Pues, bien, el cuento de camino castrista los aterra a todos y de todas partes disparan para acabar con el fantasma… Si en Cuba hubieran hecho un funeral con todo el fasto pasible, lo habrían criticado. Un funeral sencillo pero simbólico los ha insultado… Como murió diez años después que lo dieran por muerto, su muerte no le supo a gloria (amarillista)… No hubo dramatismo… Hasta después de muerto los sorprende, no porque fuera un semidiós, Anderson, sino porque fue consecuente… La consecuencia en los principios es algo que no es común por acá. [Ahora resulta que el presidente electo no cumplirá ni un tercio de lo que prometió. Pero eso sabía. Y la grande, seria y libre prensa no dijo nada. Se calló y participó en el embuste. Claro, con esas premisas qué caramba van a entender un proceso político y un liderazgo serio.]
Los cubanos saben distinguir a un mentiroso de un cojo tan rápido como otros un auto modelo tal de otro modelo tal cual.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Confusiones (II)

I
Entre las muchas perlas que ha publicado en estos días el periódico global —ya sabemos lo que es eso de la “prensa libre”, el mismo perro con diferente collar—a raíz de la muerte de Fidel Castro hay una de un tal Juan Cruz que es una catástrofe, “El miedo de Virgilio Piñera ante el líder”. Dice cada bobería que uno se pregunta cómo es posible que se publique en un periódico, El País, que quiere aparentar ser serio; de las inexactitudes ni hablar. Comienza citando una, dice Juan, sátira escrita en 1964 por Jorge de Ibargüengoitia que dice ser una “advertencia” y acto seguido escribe sin que le tiemblen los dedos sobre el ordenador: “La revolución no es lo que era”. Escribe, también, de las “advertencias” que hizo Cabrera Infante pero que él, Juan, seguía empeñado en creer que “la revolución era lo que no era”. [Evidentemente, Juan tenía problemas con el ser. ¿Lector (mediocre) de Heidegger?] Pero dice que lo que lo convenció, lo que lo sacó de su duda existencial, fue el libro de Eliseo Alberto, Informe contra mí mismo, esa joyita de la literatura de los noventa, y la confesión de Eliseo de que espiaba a su propio padre. Casi a renglón seguido se despeña por el precipicio de la inexactitud. Juan comienza haciendo cabriolas con las palabras e imágenes, y escribe: “Pero el momento más esclarecedor de esa oscura noche que Fidel Castro convirtió en interminable…” Ese “momento más esclarecedor” fue cuando Virgilio Piñera le dijo a Fidel Castro que tenía miedo [“Tengo miedo”, dice Juan que le dijo Virgilio a Fidel. Y lo creo. A Virgilio.] Según Juan —no el evangelista, sino el periodista del periódico global—, Virgilio le dijo eso a Fidel después de “la reunión de Fidel con los artistas cubanos tras el caso Padilla”. Chúpate esa que es de frambuesa, decía un viejo sacristán en mi parroquia. ¿Que ya no queda nadie serio en ese periódico global?

II
En la misma cuerda de las joyitas del periódico global, aparecieron sendos artículos de Rafael Rojas e Iván de la Nuez que merecen ser comentados. Una nota personal: de entre toda la morralla que le salió a la revolución cubana después de la caída del muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética, de entre tanto exdirigente de la UJC y el Partido, de la FEU y otras instituciones y organismos estatales, algunos de ellos, delfines de altos y medianos cargos militares y políticos, o personalidades del mundo de la cultura o académico, estos dos destacan por su capacidad intelectual y sentido ético, al menos eso quiero pensar todavía. No soy amigo de ellos; mas siento que pueden salvarse entre tanta basura que hace rato pasó a la más pura e histérica vulgaridad y está cómodamente instalada entre la indecencia y las excrecencias sin sentido alguno de la ética o, digamos, de una minima moralia. Pensé en escribir sus nombres, los de la moralla, pero ni eso tienen —son solo etiquetas impresentables, talking but not thinking heads. Los dos artículos que me ocupan están escritos tratando de contenerse en la corrección de lo político (el de Rojas) y de lo intelectual (de la Nuez), pero en ambos asoma el tufillo oportunista, apestan las inoportunas consideraciones del hombre que ha muerto en el ejercicio del retiro oportuno. Ninguno de los dos tiene la libertad de escribir la verdad, al menos la suya, la que es consecuente con sus vidas y sus conocimientos, porque no tendrían cátedra ni espacio periodístico. Los dos saben, o deben saber, lo que es hacer política de principios en un mundo carente de fundamentos morales, donde lo que cuenta, además del cash, es la habilidad de acumular cuanta pepita de oro, material o simbólica, esté regada por ahí. Creo en la necesidad y el deber de analizar e interpretar todos los fenómenos humanos y divinos, y filosofar sobre ellos, que nada quede fuera de la mirada crítica. Pero más aún creo en lo ético que conlleva la verdad y la responsabilidad. Y, des-graciadamente, sin gracia de la buena, no el vulgar charm que nos venden los mercados de celebridades y famosos, Rojas y de la Nuez se enfrascan en un discurso derrotado de antemano, el discurso de las multitudes adocenadas que recordamos dos veces en una misma semana: el día que entró Jesús en Jerusalén y el día que lo mataron por la verdad

III
Sigue la fiesta por acá, espejo roto, imagen inversa

IV
Comprendo, siento com-pasión, por tanto exiliado que vio su vida destrozada, sus propiedades embargadas, sus familias diezmadas, su larga permanencia fuera del hogar. Comprendo, a los pocos que quedan, a esos testigos de aquellos días duros como los años que fueron. Comprendo su desahogo en mil maneras expresado, su sentimiento de redención ante la muerte de su verdugo particular. Entiendo que la industria de la contrarrevolución esté nerviosa y trate de apurar, en estas circunstancias que le parecen propicias, el final de la dictadura, se quedan sin el “negocio” que tanto dividendo económico y político les ha proporcionado. Puedo, incluso, procesar el entusiasmo de quienes pasaron largos años de cárcel. Pero el embullo cederista de tanto “exiliado” que no ha hecho otra cosa que parasitar a la sombra, primero del socialismo real y ahora del capitalismo tardío, me resulta tan incomprensible como repugnante

V
No hay quien hable de decoro, honor, respeto en la era en que la más alta magistratura del país será ocupada por lo indecoroso, el deshonor y la falta de respeto por todos y por todos (los que no sean como yo, añade el hombre con nombre de pato)

VI
La vida los otros, desde su estreno, se convirtió en la película emblemática de los cubanos con pretensiones intelectuales, o sin ella, pero que en común tienen el horror al régimen del que muchos vivieron y se aprovecharon a costa de los otros reales, de los que estaban fuera del círculo de privilegios que otorgaba ser familia, amigo, amante de alguien “conectado” con algunas de las emanaciones del aparato. ¡Cómo les gusta la película! Se ven retratados en ella, dicen con cara de compromiso, algunos hasta la estiran y hacen unas muecas que no se sabe si quieren sonreír o llorar o, simplemente, usar el retrete. La película de marras cuenta la historia de cómo en la Alemania Democrática el servicio de inteligencia, la Stasi, vigilaba de continuo a cualquiera que pudiera ser sospechoso, y todos eran sospechosos, todas las fantasías voyeuristas que hoy esos horrorizados cubanos satisfacen ahora en, y con, sus cuentas de Facebook. Estos son los mismos que antes tenían sueños con serpientes y ahora “sueñan” con matar a todos los castristasacabar con aquello… Debería escribirle su propia película. Le pondría por título La muerte de (nos)otros

VII
Vicente Echerri es un hombre de pasiones criminales como lo son tantos que se dicen amantes de la libertad y la democracia, que predicaron lo del pistoletazo redentor o lo de la modificación de la biología para salir de Fidel Castro. Vicente Echerri acaba de escribir con relación al fallecimiento de Fidel: “Si hubiera naufragado en alta mar, si, por ejemplo, mi amigo Guillermo Estévez, piloto de la Fuerza Aérea de Cuba y acaso de servicio ese día, hubiera detectado el yatecito, con cuánto gusto lo habría enviado al fondo del Caribe con todos sus tripulantes.” A diferencia de otros que pueden ser tan soeces y escatológicos como la parisina egregia, Echerri se expresa con contención y elegancia. Echerri detecta ciertos vicios en la sociedad cubana actual y señala su causa: “Los modelos de refinamiento que distinguieron a la nación cubana –desde que se gestara en las obras y cenáculos de sus próceres fundadores del siglo XIX– se fueron al exilio o a la cárcel con sus clases más prósperas. Carentes de estos dechados, que habían funcionado desde la época colonial como marco de la convivencia civil, el pueblo se fue hundiendo en la barbarie, que el régimen segregaba como un veneno, hasta llegar a la desfiguración del presente: la tribu menesterosa y zafia, oportunista y cínica en que se ha convertido y a la que una gestión democrática tendría muy pocas probabilidades de reeducar.” Los “modelos de refinamiento” a los que Echerri se refiere se apoyaron en el trabajo esclavo ­­—en realidad, la riqueza no la producen los ricos, sino los pobres— en el diecinueve y sobre la espalda de los campesinos y obreros, blancos y negros, en el veinte. Todos los procesos revolucionarios lo primero que hacen es arremeter contra esos “modelos”, porque ellos hacen visibles los modelos de explotación. Puedo coincidir en algo con Echerri, de hecho coincido: la civilidad de la vida social cubana ha perdido en cuanto a los buenos modales, las buenas maneras, el buen gusto —pero voy más allá, esa civilidad también se ha perdido en toda la sociedad contemporánea desde la música hasta las artes, desde la academia hasta la política, sino mire a quién se eligió como presidente de los Estados Unidos: un asere que habla inglés, pero de lo peorcito, hombre chato en los modales, las maneras y el gusto, reflejo de la media de este país, que se vio proyectada en él. Pero sí, hay una crisis de civilidad en la sociedad cubana que hunde sus raíces en las condiciones socio-económicas en las que se ha vivido este último medio siglo y que son el resultado de la agresividad de los gobiernos norteamericanos y la ineficiencia de la burocracia cubana. Pero donde Echerri no puede evitar su repugnancia y su hiperbólico desprecio por el pueblo cubano es cuando lo trata de “tribu menesterosa y zafia”. Eso irrita, pero no a él; él vive apartado de la chusma; a él esa “tribu” no lo alcanza… Esa “tribu” sabe muy bien quién la puso en el camino de la emancipación y quien la quiere “acomodar” de nuevo como las patas de las mesas de los “modelos de refinamiento”. Creo que, si mira un poco en derredor, puede encontrar muy cerca de él a algunos menesterosos y muchos zafios, y otros que son menesterosos y zafios a la vez, dentro de esa ¿comunidad? de ¿cubanos? que “sufre” en Nueva York y Nueva Jersey

VIII
Si pasaran una “ley muda” que prohibiera a los cubanos de Miami participar en manifestaciones públicas o dar entrevistas a la radio o la televisión si en algún momento de sus vidas tuvieron la más mínima connivencia con el régimen de Castro, entonces Miami sería una ciudad a la medida de Bergman, just cries and whispers

IX
Recuerdo cuando anunciaron en el periódico Granma la muerte de Batista, no hubo manifestaciones de gozo, ni gritería en las calles, ni largos editoriales y artículos —una escueta nota de prensa. Creo recordar también que cuando anunciaron que Rolando Masferrer había sido asesinado en Miami, tampoco hubo manifestaciones de júbilo. Cuando el presidente Reagan fue víctima de un atentado tampoco hubo reacciones emocionales catárticas. No creo que cuando Más Canosa murió se realizaran manifestaciones y celebraciones. Con Ventura, tampoco. Y todos esos enlutaron a Cuba y a los cubanos de múltiples maneras: desde el asesinato al latrocinio a la implementación de políticas para estrangular la economía del país. Eso de celebrar la muerte de alguien solo es típico de algunos cubanos de Miami y de la prensa de Miami que se permite publicar artículos de esa calaña y de los “voceros del exilio cubano” que han lucrado con la “causa de Cuba”. Eso habla del raquitismo (pobreza es una voz tan bella que me niego a asociarla con esta gente) moral, de la indigencia política, del parasitismo de estos “exiliados”

X
Me apunto a eso de "canalla sin poesía", como Gael García Bernal se refiere al presidente electo sin la mayoría del voto popular, pero con la mayoría de la institución (más anti-democrática) que decide las elecciones, los votos del colegio electoral —ya no será más el "hombre con nombre de pato" (así escapo de la furia de los defensores de la integridad de los animales), sino el "canalla sin poesía"

sábado, 26 de noviembre de 2016

Confusiones (I)

I
S. me enseñó una entrada muy buena en twitter: no se eligió una “cara nueva”, sino que América —esa apropiación indebida por los estadounidenses— se quitó la máscara. ¡Qué bien está eso! En pocas palabras, una vasta realidad.

II
En una situación normal jamás le habría dado mi aprobación a Hillary Clinton para ocupar la presidencia ni de este, ni de ningún país, ni para ningún cargo político, sobre todo por aquella risotada cuando le informaron de que Gadafi había sido linchado… Esa risotada nos dice, que sí, que es una “nasty woman”. [Además de las otras conocidas, y no tan conocidas, tropelías del clan Clinton.]

III
Debut y despedida: tras apenas unos meses en la Casa Blanca, la Academia sueca le otorgó al presidente Obama el Premio Nobel de la Paz, unos meses después envió cerca de treinta mil efectivos a Iraq. A escasos meses de dejar Obama el inmueble presidencial, la Academia sueca le otorgó el Premio Nobel de Literatura a alguien que nunca ha escrito ni una línea [de literatura, quiero decir, y dejemos a un lado la pendejada de que las letras de sus canciones son poesía, respetemos la poesía], Bob Dylan.

IV
Es siempre una alegría leer a Andrés Reynaldo. Recomendaría su lectura a todos, piensen lo que piensen del cielo y de la tierra, de lo divino y de lo humano, de política y de religión —un sano placer lectivo. Nocivo puede ser, tóxico, sus opiniones y las lecturas de los hechos son [muy, pero que muy] ideológicas, de un irrealismo impresionante. Pero eso se quita, su lectura no empercude. Incluso, propusiera y votara por que lo publicaran en Juventud Rebelde los domingos —él por un lado y Taladrid por el otro. En Granma, no. Demasiado serio. Y la plaza “P’alante” ya tiene dueño: Carlos Alberto Montaner. ¿Por qué me acuerdo de ellos si estaba escribiendo, o quería escribir, sobre el hombre con nombre de pato y las elecciones?

V
Llevo a L. al catecismo, a una sesión especial de Catecismo, una clase de Catecismo privada, a make-up Cathecism class, porque resulta que L. pierde algunas clases los sábados por sus juegos de pelota y, ¡ay!, una clase perdida invalida la posibilidad de que reciba el sacramento de la Confirmación en mayo próximo. Es viernes por la mañana, las oficinas de la iglesia están abiertas, el sacerdote me recibe, quince minutos más tarde de lo acordado (yo no puedo llegar tarde, no, es una irresponsabilidad, me dijo un día) y le pido que, por favor, me excuse porque tengo que ir a la farmacia a buscar una medicina para mi madre, que regreso en seguida, y qué me dice el sacerdote, que no, no puedo irme y dejar a L. solo. Le digo solo no, con usted. Y me dice ese es el problema, no puedo estar solo con un niño, son las reglas, me dice. Pero, padre, le digo, la fe es confianza, yo confío en usted, qué Dios usted le enseña a L., cómo creer, confiar en alguien que no vemos, si no podemos confiar en alguien a quien vemos. Algo está torcido aquí. Y dice el padre que la gente se va de la iglesia porque no conoce su fe,  porque no sabe cuántas cuentas tiene un rosario, ni la diferencia entre pecado venial y mortal. No hay peor ciego que el que no quiere ver.

VI
Escribí la entrada correspondiente al ocho de noviembre del diario de Céspedes en el que comenta sobre el proceso de deposición que la Cámara siguió en contra suya, y anota: “asco, asco, asco”. El mismo asco que siento este día de elecciones. Tener que votar por la asquerosa de Hillary para que no salga el más asqueroso del candidato con nombre de pato. Mejor no votar. Me fui a casa de A .y conversamos largo sobre su proyecto de escritura de un libro sobre fenomenología del que no entiendo mucho pero parece interesante. ¡Fenomenología en la era del pato!

VII
Análisis leninista: el hombre con nombre de pato es el sepulturero del capitalismo; el Gorbachov que tanto hacía falta. Hay que (re)leerse, al menos, dos obras de Lenin: “El Estado y la revolución” y “¿Qué hacer?” No es que mañana se vaya a caer el capitalismo [aunque la historia es mañosa; mañana los bárbaros invaden a Roma y, como sucede en la película cubana “Se permuta”, en que la protagonista grita desde el balcón de un apartamento habanero, “Oye, esto se jodió”, así puede suceder aquí], pero la descomposición del sistema es evidente. El hombre con nombre de pato, por el que el establishment no daba un centavo político, se paró en un discurso anti-postmoderno, anti-postnacional, y se llevó lo más anti-democrático de la democracia norteamericana, los votos de los colegios electorales, para ser democráticamente electo.

VIII
El ego de la señora Clinton fue su perdición —no se dio cuenta de la cama que le armaron, o ellos mismos, los Clinton, el establishment, armaron la cama con su arrogancia y desprecio de todo, la realidad y las personas... A quién se le ocurre pensar que, después de tener por ocho años a un negro en la Casa Blanca, van dejar entrar de Supremo Inquilino a una mujer. After a nigger, a bitch?, dijeron los pobres y blancos y trabajadores y rurales y desplazados no por los negros y las mujeres y los latinos, sino por los otros blancos, los que tienen el dinero, todo el dinero y el poder. Quizás Bernie habría sido un candidato más viable —más racional, menos vulnerable. El desprecio por las mujeres en esta sociedad es profundo, concentrado, atávico. Mírese nada más la publicidad, la mujer es objeto sensual para vender lo que sea.

IX
Los middle-age Cubans están un poco desconcertados con estos resultados electorales, avergonzados nunca –no hay lugar para la vergüenza. Hay un silencio en la blogosfera exmilitante de la UJC. Creo que se mudaron a fb, y hasta allí, hasta esa granja en la que los animales no se rebelan, no llego. Quizás alguien pueda informarme… [Leí un texto de Iván de la Nuez. Un par de cositas. Una cosita, los “proletarios” de los que habla de la Nuez no son tales por la sencilla razón de que apenas quedan industrias en los Estados Unidos; a lo sumo podrían ser, según el argot marxistoide que se aprendió en la Cuba anterior al período especial, obreros agrícolas. No fueron solo los proletarios ni los pobres, fue una colección de votantes blancos, pobres y ricos, misóginos, racistas e ignorantes todos… Pero, lo sé, así no se habla desde la política ilustrada. Ciertamente, una bofetada al establishment que es uno solo, y del que es parte el hombre con nombre de pato, aunque no le guste, aunque reniegue, aunque todos digan que es un outsider. Otra cosita, y última. ¿Cuál izquierda? ¿Qué progresistas? Ni en las elecciones, ni en la vida política norteamericana hay derechas e izquierdas serias, con un discurso y una acción convincentes. This is a reality show, nothing else. Esto es una duda, no una pipa. ¿Qué es lo post-democracia?

X

Antes del día de las elecciones presidenciales, la prensa local publicó la foto de una joven que llevaba un cartel en el que se leía: Cubana y Católica, Voto por Trump. No hubo una posición de la iglesia, pero el sentir en las parroquias favorecía al candidato “pro-vida”. En Miami, el apoyo al hombre con nombre de pato era abierto y contumaz. A mí me avergüenza esa ideologización de la “fe” de los cubanos de Miami. Me avergüenza porque me siento engañado, ahora comprendo que jamás les interesó ninguna libertad, ni justicia, les interesaban sus intereses perdidos, su condición de propietarios intervenidos. Me avergüenza porque ni siquiera se dan cuenta de que apoyando a semejante personaje hunden la práctica de la iglesia en el lodo de la exclusión, los privilegios, la vulgaridad… Ya verán como les sale el “pro-vida”. [Tengo la sospecha de que las prácticas de esta administración serán tan inestables, soberanamente arrogantes, vacías de todo sentido ético como el personaje que “endorsaron” y por el que votaron] Pero es “pro-vida”, se oirá un sonsonete de fondo.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Sin titulo

Poco antes que terminara el día de ayer, ocho de noviembre, me fui a dormir, tratando aparentar que no pasaba nada. Eran las once y media de la noche. Al acostarme sentía sienta intranquilidad, cierto nerviosismo que me hizo recordar el terror y la ansiedad que sentí el martes once de septiembre de dos mil uno. Unas dos horas más tarde, desperté y leí en NYT que Trump ganaba, irremediablemente. Lo peor está ocurriendo. Estados Unidos está hablando, por primera vez, la verdad de su sistema político, de su sociedad, sin afeites ni retoques: vivimos en una sociedad racista, misógina, de odio al inmigrante, demagoga, intolerante. Es el mentís de todo lo que pregona, de esos “valores universales” que imponen a sangre y fuego. Y ahí están todos, desde la población blanca, rural y pobre que salió a votar para recuperar la “América perdida” hasta los ricos y citadinos (y blancos) conservadores moderados que se esconden tras el velo de la corrección.
Ahí está David Brooke quien no tan lejos como ayer escribió, en las páginas del NYT, que se necesitaba un “tercer patriótico partido” que comprendiera que “el mundo se beneficia cuando América es una potencia líder y enérgica”. Una declaración a lo Trump, un trumpismo delicado ese, educado pero lleno de la misma avasalladora ignorancia.
Muchos norteamericanos de los más diversos orígenes étnicos y socio-económicos, conocerán hoy, por primera vez, la América profunda que trataron de escamotear, con éxito, por tantos años, los medios y el establishment de este país, de la misma manera que se enteraron quince años atrás, el once de septiembre de dos mil uno, que había gente en el mundo que los odiaba. No lo podían creer, “¿nos odian? ¿a nosotros?”, se preguntaban.
Más allá de la metáfora y de las lecturas “intelectuales” que se puedan hacer de los hechos, la persona Donald Trump, esa que no se ha escondido para mentir, el extremista, el delirante, el déspota, será el inquilino de la Casa Blanca por cuatro años. Tengo miedo y asco. Pero sobre todo me preocupan mis hijos, los hijos de mis amigos y de los que no lo son tantos, los hijos de todos nosotros, que verán a lo más venal y vulgar (y miserable) de este país implementar unas políticas domésticas e internacionales que no traerán más que pesar y desasosiego.

Paul Krugman no lo puede creer, escribe hoy en el NYT, y se pregunta, “Is America a failed state and society? Me temo que sí, míster Krugman, aunque quisiera pensar lo contrario por los mismos que temo en este día que apenas comienza y que es tan triste y desolador como aquel martes, once de septiembre de dos mil uno.

viernes, 14 de octubre de 2016

In memorian [de los tres]

La pena y la incredulidad no han cedido. Pareciera que va a salir a lanzar la próxima temporada, que se prepara para el día inaugural del 2017, que su madre y abuela lo miman. Pero nada de eso es real. La realidad, terca como ella sola, es que no habrá más temporadas para José Fernández, ni con José Fernández. La emoción ha cedido, eso sí. Ahora puedo ver con más claridad aristas de este accidente evitable. No me adscribo ciegamente a los dictados de un azar inapelable, “cuando las cosas van a suceder, suceden”. No creo griegamente en el destino. Invocar la providencia como la última responsable de los avatares de la vida es de un facilismo ramplón. En cierto modo es anular la libertad humana, esquivar la responsabilidad.
En el desafortunado accidente murieron, además de Fernández, dos jóvenes más: Eddie Rivero y Emilio Macías. Muy poco se sabe de estos otros dos jóvenes. Casi ni se habla de ellos. Rumores en las redes sociales. La celebridad de José opaca la muerte de Eddie y Emilio. No todos en Miami lloran al pelotero cubano. Los familiares de esos otros jóvenes, aunque no se han pronunciado públicamente, podrían estar molestos, además de sentir la muerte de los tres, trágica e inoportunamente. El tiempo que lo aplaca todo irá sacando de la noche y del mar algunas reflexiones difíciles de aparejar con toda la narrativa cuasi hagiográfica y melodramática que se ha elaborado a partir de estos sucesos.
Llama la atención que apenas seis horas después del accidente las autoridades declararan que el bote no era propiedad de Fernández y que no había indicios de que el alcohol o las drogas fueran causantes del mismo. Este tipo de declaraciones exculpatorias no suelen hacerse. Tampoco incriminatorias. Se pide tiempo para investigar y producir todo tipo de evidencias que aclaren hasta donde es posible los hechos. Conociendo cómo se comporta el mercado legal en este tipo de caso, el manejo de los seguros en este tipo de hechos y personas involucradas, la mercantilización de la vida social, no es improbable que se estuvieran estableciendo las bases para evitar demandas y cobrar seguros. De hecho, esas declaraciones fueron desmentidas: el bote era propiedad de Fernández y todavía se estaban efectuando pruebas de toxicología. Dos semanas después aún seguimos sin saber los resultados de esas pruebas y algunas preguntas incómodas comienza a aflorar: discutes con tu novia, tomas tu bote, te montas con dos amigos y te diriges a una marina donde expenden comidas y bebidas hasta altas horas de la noche y después te vas a pasear en tu bote en lo más cerrado de la noche, a la más alta velocidad, para combatir el estrés. Esos son los hechos fríos. La lectura de esos hechos puede llevarnos a inferir inmadurez e irresponsabilidad —hay un proceder cuestionable en esa sucesión de hechos fríos. Lamentablemente las vidas perdidas no se pueden recuperar, el dolor producido en familiares y amigos no se podrá mitigar en mucho tiempo, quizás nunca. No es necesario proceder a la inculpación de alguien. Tampoco es justo que se evadan las responsabilidades y el análisis serio, desprovisto de melosas metáforas y engañosos giros.
Este lenguaje tan predecible y gris que nos hemos inventado para sortear las precariedades y el vacío en que la sociedad moderna, o postmoderna, nos ha metido, un lenguaje deslucido y esquemático, este lenguaje en su deriva legal prescribe una serie de figuras, entre ellas wrongful death u homicidio culposo (o por negligencia), que podrían usarse para describir los sucesos del pasado 25 de septiembre. Siempre quedará la duda de si esas muertes fueron el resultado de un comportamiento negligente e irresponsable de uno de ellos o de los tres —eso nunca lo sabremos. Sabemos que fue una muerte a destiempo y resultado de un accidente que nunca debió suceder.

Pensé que ya muy viejo, si aún viviera, iba a comentar, el día que José Fernández llegara al hall of fame, que lo había visto desde sus comienzos, desde el mismo día que los Marlins lo firmaran en el draft del 2011. Pensé verlo lanzar en finales de series mundiales, romper todos los records posibles para un pitcher. Era una alegría y una seguridad de victoria cada día que lanzaba. Ya nada de eso será, sino un recuerdo amargo.

Kafka, Diarios (1920)

Del cuaderno en que Franz Kafka registraba sus impresiones diarias, los apuntes tomados en 1920 que lograron sobrevivir a la voluntad de d...