lunes, 18 de septiembre de 2017

Después de Irma

Apenas se conoce el impacto de Irma en pérdidas de vidas. Hay quien predice hasta 400 muertos en los Cayos de la Florida. Prefiero no alinearme con los alarmistas y anti-gobierno de última hora, que sólo quieren estar con ellos y sus intereses. Pero, ciertamente, no sabemos a cuánto ascienden el número de víctimas en esa zona tan bella como expuesta a los rigores del Caribe. En la zona metropolitana de Miami no se ha informado de víctimas mortales debido al huracán. Verdad es que a última hora torció hacia el oeste y se fue a la ciudad de Naples, Cape Coral y otras ciudades de la costa del Golfo; nosotros en la costa atlántica de la península sentimos vientos fuertes que nunca sobrepasaron las 100 millas por hora y el gran desastre fue la mucha vegetación de la ciudad que se vino abajo —una pena, la parte más hermosa e interesante del lugar.
El fluido eléctrico fue interrumpido desde el sábado, antes de que se sintieran los efectos de Irma, la compañía local (FPL) siempre lo hace así. El problema es reponerla; digo, el negocio es reponerla. Se deben estar frotando las manos. Es de prever un aumento de las tarifas para mejorar el sistema de producción y distribución de energía eléctrica, con el consabido incremento de las ganancias de los ejecutivos de esa corporación y, de carambola, de los socios en los gobiernos locales. En la zona donde vivo se ha restablecido parcialmente la electricidad. Ningún equipo que necesite 220 voltios funciona. Por lo tanto, no tenemos aire acondicionado, ni cocina. Es un restablecimiento limitado de las condiciones de vida, o de las condiciones americanas de vida. Se puede vivir sin aire acondicionado, es muy incómodo, pero se puede. Lo que pasa es que nos hemos acostumbrado tanto al aire acondicionado que este se ha convertido en una necesidad. Cocinar los alimentos con cocina eléctrica, en vez de gas, nos hace más vulnerables y dependientes. Eso es lo que los CEO de la FPL quieren.
Los gobiernos locales muestran su eficiencia en los micrófonos y cámaras de televisión, pero la realidad va por otra parte. Creo que la realidad se ha convertido en otra cosa. Las alternativas a la realidad son los medios sociales, las redes sociales, como a muchos les gusta decir. Allí se dirime lo que será la realidad después, allí es donde las estadísticas cifran la realidad de manera inescrutable, incluso para los mismos encargados de codificarla, allí es donde la comunicación adquiere ribetes fantásticos —mejor sería escribir fantasmagóricos— y amigos que nunca han tenido la oportunidad de conocerse se unen o separan, opinan, se alinean o no, se pasan la mano o se tiran de ella, allí es donde, en definitiva, esta humanidad se ha echado de lado, paralizada, por los excesos de virtualidad o los defectos de realidad.

Mi casa se convirtió en un albergue hasta que me tocó a mí ser el albergado. Una experiencia de convivencia aleccionadora. Por un lado, la convivencia con amigos y familiares que nos hace menos extraños y más entrañables. Por otro, la incomodidad de no estar en tu sitio, en tu entorno, o en un entorno alterado por presencias inusuales. La secular (y metafísica) batalla entre la dimensión gregaria de la persona y su individualidad, la generosidad y la tacañería, el amor y el egoísmo —el binario ser que somos y que, en la mayoría de las ocasiones, opta por sí mismo, dicho así sin caer en mea culpas lacrimógenas. Algunos prefieren estar constantemente acompañados por alguien, por un ruido, algo exterior y ajeno. La soledad los entristece, los enmudece, los hace improductivos, quizás funciona como un recordatorio de esa única certeza que está más allá de nuestro escurridizo hoy, ahora, el presente. Otros prefieren, al menos, un rato de soledad y de silencio, en el que re-encontrarse consigo mismos para tener algo que ofrecer después, en el momento del encuentro con el otro, o con lo otro, tan escurridizo también. De la absoluta soledad y el silencio brota la entrega total, de la absoluta consideración de estas cosas nace la cordialidad con lo que está afuera. Puedo pensar en estas cosas ahora, después de Irma, cuando estoy solo, en mi claustro, como me gusta imaginarme este espacio donde estoy y que trato de llevar a todas partes, aun cuando esté con los otros, aunque muchas veces es imposible. Como durante Irma.

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