jueves, 13 de abril de 2017

Confusiones III

Me he encontrado un libro que, como un mazazo, me despierta de este sueño en que hago apuntes de cosas que si alguna particularidad tiene es la de ser perfectamente olvidables, prescindibles. Cuando se lee sobre el sufrimiento que algunos seres humanos infligen a otros y de la entereza con que los segundos resisten el dolor infligido y, sobre todo, cuando se lee el recuento de esos hechos, años después, sin sombra de rencor, sólo por testimoniar la vida en nombre de los muertos, entonces se recibe ese mazazo y se reevalúa la perspectiva con que se miran, o analizan, eventos y personas. Cosas así derriban esta ñoñería de "testimoniar" un presente tan ridículo y banal. ¿Vale la pena escribir sobre "The 45th President"? ¿De veras? Personaje singularmente patético, errático, resultado de lo que la sociedad norteamericana ha devenido en su impugnación de la realidad. ¿O es que vale la pena de tomar nota de lo que escribe "el escritor del patio"? Con ese aire de perdonavidas y con esa autoimpuesta misión de salvaguarda de los valores de la patria y del llamado exilio histórico. ¿Cómo estar en el mundo sin ser del mundo? De cualquier manera, hay apuntes (confusiones) que merecieron, que merecen, ser (d)escritos, testimoniados. Otros son pequeños ajustes de cuentas con pequeños personajes que pueblan este tiempo y este lugar que merece mejores historias

I
Poco antes de la toma de posesión o día (aciago) inaugural de la nueva administración del canalla-sin-poesía, decidí llevar una especie de "diario político", escrito en inglés, que no pretendía ser "diario", sino más bien notas políticas ocasionales. Escribí unas diez entradas desde finales de enero hasta finales de febrero y, de repente, el documento word desapareció de mi ordenador, como diría el siempre presente Jorge Valls. Nada de conspiracy theories, nada de eso... Cosas de la era digital, díscola como niño. Y qué bien que hayan desaparecido esas notas políticas —lo que ha dejado ver esta "administración" es, literalmente, de película (una mala película con problemas de guión, fotografía, diálogos, edición…). Quizás, más adelante, retome el primer impulso y me dedique a reseñar los desmanes y desvaríos de este señor y su pandilla

II
Hace unos días, escuchando la radio, supe del fallecimiento del dueño de un popular establecimiento de la calle Ocho, "Los Pinareños". Ningún vínculo especial me unía al finado, salvo haber sido su cliente por varios años —algunos domingos me asomaba por allá para comprar tamales y aguacates. Por conversaciones que escuché allí, supe que había participado en varios teams de infiltraciones en la década de los sesenta por la zona de Pinar del Río y, una vez, vi a Roberto Martín Pérez, con guardaespaldas, de visita en el lugar. Era un anticastrista vertical. Nuestras conversaciones nunca se extendieron más allá de los saludos de rigor y la transacción mercantil, siempre con cortesía y buenas maneras. Él no sabía quién era yo, ni cómo yo pensaba; yo sabía de él, de carambola. Siempre me pareció un hombre bueno a quien las cosas no le habían salido bien. Murió de un infarto jugando dominó en la calle Ocho, en el parque que llaman así, del dominó. El establecimiento, una bodega que recuerda aquellas de la época republicana, parece que lo contiene a él —su esposa, una señora entrada en años, vaga por el lugar y suspira cada vez que ve a alguien, como si necesitara que él estuviera allí, atendiendo al respetable, mientras ella se ocupa de mantener el orden y la limpieza

III
Comiendo en "El Nuevo Siglo" —establecimiento mitad mercado, mitad cafetería, en el que sirven una excelente comida criolla—, y redactando parte de estas notas, tengo de vecino de mesa a Ramoncito, del Movimiento Democracia, pontificando cual patriarca sin patrimonio, pero lo que me resulta más jodido es que todas las huelgas de hambre las hace frente a este lugar... No hay seriedad y de ahí la falta de credibilidad de estos "líderes"

IV
Andrés Reynaldo perdió su musa. Creo yo, es una superstición mía, que su musa era Fidel, porque después de la partida de este último, sus escritos periodísticos carecen de esa gracia e inteligencia que antes los hacían tan potables; ahora parecen chatos, apartados de la realidad, metidos en una retórica ideológica barata, y su prosa se ha ido descomponiendo hasta no ser más que bagazo de caña, miel no de purga sino de expiación… Del que expía la culpa de haber apostado a un futuro, que ya entonces, en el momento de la apuesta, era pasado… Vacío del que se sale de lo histórico concreto (y a menudo intrincado, peliagudo) en nombre de abstracciones disfrazadas de universales (democracia, libertad, derechos humanos… muy bien, ¿no?, incluso necesario, pero ¿de quién? ¿Para qué? ¿En qué circunstancias? ¿Bajo qué condiciones?), y luego se queda vagando en esa suerte de limbo entre todos los tiempos, en ningún lugar… Como alguna vez Fidel dijo de Gorbachov, que él (Fidel, por supuesto, y en eso Fidel—Hatuey de nuestros días— y sus enemigos siempre estuvieron de acuerdo—a fin de cuenta sus enemigos eran y siguen siendo españoles todos, literal o figuradamente, si no que se lea El País, el más despreciable de los periódicos respetables del mundo, por lo menos en lo que toca a Cuba— ) iría al infierno pero que Gorbachov flotaría para siempre en una suerte de limbo

V
El penúltimo fin de semana de este marzo viajamos a la zona de los parques temáticos en el centro de la Florida para una eventual excursión a uno de ellos. No se pudo concretar dicha excursión y nos dedicamos a recorrer el lugar, en el que hemos estado en varias (diría que suficientes) ocasiones. Otras veces, en otras entradas de este blog, he escrito sobre mi experiencia en esos lugares. Contrariamente a lo que podría esperarse, ha sido una experiencia des-ilusionante atravesar este concentrado (¿combinado?) de irrealidad aderezado con mal gusto, una "región artificial... faraónica y futurista", tal cual la describe el finado Eco. Nada a escala (mínimamente) humana: el futurismo es puramente material y tecnológico, suspendido entre lo abisal y lo grotesco, donde toda manifestación de humanidad es perpetuada en una sonrisa que se congela y transforma en mueca, y una mano, siempre derecha, que empina hacia arriba el dedo pulgar, mientras que el meñique y anular se flexionan hacia dentro, y el índice y el cordial hacen de cañón de una pistola imaginaria que asesina, de un mismo disparo, la realidad y los (legítimos) sueños

VI
El circo, perdón quise escribir, ciclo, que nunca termina:
·      Major League Baseball (MLB): la temporada se extiende entre abril y octubre
·      National Football League (NFL): la temporada se extiende entre septiembre y enero
·      National Basketball Association (NBA): la temporada se extiende entre octubre y abril/mayo
·      National Hockey League (NHL): la temporada se extiende entre octubre y abril/mayo
·      National Association for Stock Car Auto Racing (NASCAR): la temporada se extiende entre febrero y octubre/noviembre
El deporte ha pasado de ser una exhibición de talentos y destrezas naturales, y una fuente sana de entretenimiento, a una pasión descontrolada de parte del público (agentes pasivos) y a un negocio multimillonario en el que participan los deportistas, los dueños y ejecutivos de las franquicias y los canales de televisión (agentes activos). Estos "agentes activos" engordan sus cuentas bancarias y establecen patrones sociales de conducta inimitables por la mayoría de la población, creando ansiedad y desasosiego. No hay una relación lógica entre lo que se ofrece y lo que se devenga, hay un desfasaje tremendo entre el "producto" y los receptores del mismo —de ahí la enajenación de gran parte de la población norteamericana. Los grandes consumidores de deportes son los hombres entre 35 y 54 años de edad, dejando a la sociedad (cuasi) privada de un sector importante, y tradicionalmente decisivo, en lo referente a la atención y el cuidado de los asuntos fundamentales que afectan la vida de todos. Así, de espaldas a la realidad, y de frente al televisor, se hace más fácil el control social. La indiferencia es a la política lo que la falta de controles fiscales a la gestión de la administración pública

VII
Los cubanos que han hecho de la retórica anticastrista su modo de vida están cada vez más perdidos: Fidel se retiró, luego, diez años después, falleció, Raúl se retira el año próximo, y no han aparecido las revueltas, el descontento generalizado que hagan colapsar el sistema de gobierno o la sociedad, los opositores sigue sin conseguir un mínimo de credibilidad política que los convierta en serios contendientes al poder... Nada, que la suma de todas sus invenciones y vanas esperanzas se ha esfumado, se ha disipado, en el aire del tiempo histórico

VIII
Camino por las calles y parques de Miami y observo. La mayoría de los cubanos que formaron una vez un exilio militante y obsesionado con derrotar el proceso revolucionario de Cuba están o muy viejos o han muerto. Los que sobreviven están varados en un páramo que ya no se conecta con la realidad que los circunda y se sienten solos y abandonados. No deja de ser doloroso pensar en tantos que han padecido los rigores de los avatares de la historia, sobre todo cuando esa historia está atravesada por cambios profundos en la estructura social, económica y política de un país —estén en cualquier lado del conflicto. Pensar en todos, padecer con todos, es un ritual para no dejar que el alma se pierda entre los disparates de la historia

IX
Sobre la intrascendencia —leyendo a George Steiner. Aparecen de vez en cuando sincronías y paralelismos entre el obrar de uno y el obrar de otros. Ciertas lecturas nos recuerdan a nosotros mismos o a algunos de nuestros pensamientos —eso sucede con alguna frecuencia. A veces esas simetrías provienen de la obra de personas a los que apenas somos dignos de atarle la correa de la sandalia, pero ya sabemos que la humildad no es la mirada baja y el gesto corvo, sino la verdad. La verdad sea dicha. A propósito de Karl Kraus, Steiner escribe que mucho de los escritos del primero "arrancan de algún artículo, con frecuencia trivial, en la prensa diaria, de alguna efímera reseña literaria, de una nota publicitaria o un anuncio [...] ¿Quién recuerda hoy —y mucho menos lee— a los periodistas, a los críticos teatrales, a los publicistas o a los pedantes de café que Kraus seleccionó para su implacable censura?" La intranscendencia anida en todos esos implacablemente públicos personajes que se pavonean o usan el misterio como escenario, que publican como consagrados, que se entretienen en diatribas sin sentido ni propósito, que posan de intelectuales, oportunistas de toda laya, poetas de versos tan libres que dejan de serlo. La intrascendencia que nos es común a todos pero que a algunos alcanza con deliberada saña. Se trata de trabajar con honradez y consistencia, lo más apegados a la verdad que se pueda, de lo demás que se ocupen el azar, el destino o la providencia

Sobre el odio —leyendo a George Steiner. El odio tiene poco aliento, escribe Steiner —sirve, si acaso, para carreras de cortas distancias, es decir, para obras de escasas páginas. El odio que se destila contra otros o contra lo otro, muy poco, si algún, aliento... El odio contra uno mismo, en tanto uno conoce sus propias miserias y quiere dar cuenta de ellas, quizás pueda dar lugar a unas cuantas páginas más. Pero ese odio a sí mismo puede también convertirse en auto-compasión, auto-conmiseración, característica por la que, de tan detestable, es mejor ni pasearse. Entonces, escribe Steiner,  el uso del odio prolongado —esto a propósito de la literatura de (mi bienamado) Bernhard, aunque este no haya querido ser bienamado, ni por mí, ni por nadie— convierte la prosa en una sierra que "zumba y chirría sin cesar", y hay algo cierto en eso, pero ¿qué puede hacer uno frente a las tantas austrias que pululan a nuestro derredor? Esas austrias son esos que tan repentina como sorpresivamente se han convertido a  los “valores democráticos”, tal cual describe Steiner a los contemporáneos de Bernhard que de católicos fervorosos pasaron a ser de la noche (del doce marzo de 1938) a la mañana (del trece del mismo año), nazis rabiosos y que, después de la derrota del nazismo, fueron tan demócratas como católicos y nazis habían sido. ¿Qué puede frente a eso sino el odio? Mas, es verdad, no hay aliento en el odio. Es mejor dejarlo a un lado, dejar que se enfríe y se convierta, no en luz, nunca, sino en iluminación artificial que permita poner al descubierto la desnudez moral de esas austrias, geishas inconsolables (e incontinentes) ante sus propios desatinos

X

El libro del mazazo, "Memorias del calabozo". Mauricio Rosencof y Eleuterio Fernández Huidobro, junto a otros siete militantes tupamaros, fueron durante trece años "rehenes" de la dictadura militar uruguaya de los setenta y primeros ochenta del pasado siglo. Nueve "rehenes" sometidos a un régimen simplemente inimaginable: asilamiento absoluto, sin resquicios, hambre, sed, torturas físicas y sicológicas, pequeños e irregulares intervalos de "felicidad controlada" como las visitas familiares o alguna comida. Eso es, inimaginable. ¿Cómo pudieron sobrevivir? ¿Qué fuerzas los alimentaron y los alejaron de la locura? Las comparaciones en estos asuntos tan delicados e íntimamente humanos no solo son odiosas, como reza el dicho, sino irrespetuosas. Estos guerrilleros urbanos, marxistas, perdieron la guerra. Salieron de la prisión. Se quedaron en el Uruguay. No siguieron conspirando para subvertir el sistema. La revolución quedó pospuesta. Desde dentro del sistema que tanto combatieron, participando en ese sistema en el que no creen, han tratado de modificarlo, de preparar las condiciones para el cambio social hacia el socialismo, destino inevitable… O, mejor, uno de los dos únicos destinos posibles. El otro, ustedes —los vencedores más infelices que haya tenido la historia— también lo saben, es esa bancarrota de lo humano hacia la que ya hace rato que marchamos, entre el miedo y el engaño (el auto-engaño) y de la que, en algún momento menos distante del que imaginamos, no se podrá regresar

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