martes, 12 de mayo de 2015

Un hombre, fumando, apoyado en una ventana




Leyendo a Roberto Bolaño, de nuevo. Sí, después de varios años sin leerlo. Así porque sí vuelvo a leerlo, sin razón ni motivo aparente. Después de haberlo leído hace quizás, unos cinco o seis, quizás siete años atrás, en que me embolañizé, porque empecé a leer todo lo Bolaño posible, y busqué en las bibliotecas y en las librerías, de resultas que tenga ahora una petit Bolaño’s bibliotheque; y en la red también busqué a Bolaño que para entonces ya estaba muerto (su hígado ya no pudo más con la mierda, o materia fecal diría él que veces se ponía muy modosito, sobre todo al final de su pasaje por este mundo). Bueno, pues, de vuelta a Bolaño, casi sin querer. Ya había abandonado su lectura, quizás por un hartazgo de bolañerías y un buen día, hace poco, bien temprano en la mañana me pongo a buscar en la red cualquier cosa sobre literatura –estaba aburrido- y encuentro un documental sobre él y decido verlo; y después busqué los libros de él en mi estantería -mi petit Bolaño’s bibliotheque- de mi primera época bolañística y me propuse terminar “Los detectives salvajes”. [Hasta ese momento solo tenía leídas las primeras ciento treinta y siete páginas de Los detectives salvajes, las que corresponden a Mexicanos perdidos en México(1975) y las cincuenta y dos de Los desiertos de Sonora (1976). Había comenzado a leer la segunda parte, Los detectives salvajes que tiene la friolera de cuatrocientos trece páginas y sólo pude avanzar las primeras sesenta y cuatro y ya no pude más, y eso que yo quiero a México [sobre todo a una persona que ha vivido en México, a la que he querido y he deseado con una intensidad de diez  en la escala de Richter, y yo la llamo mi novia mexicana y le debo versos y sentencias y momentos] pero no pude más con las mexicanerías, y con esos nombres entre vascos y náhuatl y paré en seco la lectura, tanto que me ha costado casi cinco o seis, quizás siete años volver a Roberto Bolaño. Pero ahora he vuelto a la obra de Roberto y sobre las imágenes que han quedado de Roberto y sobre sus últimas entrevistas, porque hay muchas últimas entrevistas, muchos (y muchas) periodistas se atribuyen La Última Entrevista como si fuera la Última Cena pero esta vez con Roberto y en vez de eucaristía, Roberto instituyó la palabrería como estado de gracia literario.
Ahora, de vuelta, a Roberto’s opus, recuerdo a otra R literaria, a Reynaldo Arenas. A ellos los une la literatura y los separa el sexo. [Bueno, se pudiera escribir lo contrario, los separa la literatura y los une el sexo]. Los une la literatura desquiciada y abundante y la poesía civil, declamatoria, obstinadamente prosaica y, sin embargo, de un lirismo citadino e histórico que se oculta, travieso, en los desplantes. Los separa el sexo que practican (dicen ellos) con impudicia y lujuria pero en sentidos opuestos. Dicen que en 2666, novela que está ya en camino de ser leída, el fárrago generoso de RB, hay pasajes dedicados a RA. Ambos escritores murieron prematuramente y las obras de los dos se encuentran en su desbordada imaginación, en el uso literario del lenguaje cotidiano, en su vocación de aguafiestas permanentes…
Y, entonces, leyendo a Bolaño recuerdo a Victoria y su corva espalda, y su corva nariz y su bigotito pequeñito que lucía grande en su cara diminuta. A mí siempre me pareció que Victoria es como una reducción física del físico de Gunter Grass. Se parecen mucho -no en su literatura sino  en sus apariencias. Ahora que no tienen cuerpos se parecen más. Almas gemelas. Lo que seremos todos un día. Qué cosa, ¿no? Que yo sea el alma gemela de mi archienemigo, o del tipo que me archi cae mal…, y después seamos eso, almas gemelas. ¡Qué bolerazo! Bueno, pues, leyendo a Roberto recordé a Victoria en el patio de la casa de García Vega y en los salones de Olga C., muy sencillo él, siempre con preferencia en los espacios menos concurridos, menos iluminados, y esquivando a la gente y al alcohol con quien tuvo una relación de amor-odio en la que el odio salió vencedor -se hizo abstemio. Bueno, recordé a Victoria porque Victoria era un marginal y un trabajador incansable y también murió de cáncer, no exactamente de cáncer sino a consecuencia del cáncer, se suicidó porque tenía cáncer. Bolaño sí murió de cáncer, se aferró a la vida pero no llegó a tiempo el trasplante y el cáncer se lo llevó. Claro, en la literatura de Victoria hay menos vuelo, menos imaginación pero el mismo dolor, el mismo desencanto, la misma mirada perruna.
A mi memoria votiva viene una mañana de uno de los  primeros meses del año 1997. A la sazón trabajaba en el primer empleo digno desde que me afinqué aquí –trabajaba en una biblioteca pública en la barriada de Shenandoah. Esa mañana un habitué del lugar, que se empeñaba en hablar todo el tiempo de literatura, trajo a un amigo suyo de nombre Eddy Campa, así lo presentó, éste muy correcto, muy atildada su ropa vieja, con una dignidad que solo concede la conciencia de una mortalidad inminente, inclinó levemente la cabeza y me extendió su mano por encima del mostrador que nos separaba, y comenzamos hablar. Me dijo que había escrito un libro de poesía que se lo iban a publicar pero estaba manuscrito, y necesitaba pasarlo a máquina, me dijo,  y sacar varias fotocopias. Bueno, le dije, entonces déjame el manuscrito. Miraba con mucha seriedad y sin transmitir emociones. No, me dijo, eso sí que no puedo hacerlo. Estaba renuente a dejar en manos desconocidas, por tiempo indefinido, su obra manuscrita, dijo con énfasis. Entonces sí que me la puso difícil para ayudarlo, y quería ayudarlo. Mientras conversábamos sobre cómo hacer esas fotocopias y pasarlos, no en máquina, sino directo a la computador, le dije, sin retenerlos por mucho tiempo, me leyó algunos poemas. Le comenté que me recordaban a Edgar Lee Masters y su Spoon River Anthology, y este comentario lo dispuso mejor hacia mí, y me dejó los manuscritos que no eran más que papeles de propagandas, flyers, menús de restaurantes baratos, en los que escribía por detrás, con un muy cuidada caligrafía. Al otro día, le entregué unas cuantas fotocopias de su manuscrito. No recuerdo haber pasado ni a máquina, ni computadora, los textos. Nos vimos con frecuencia, siempre en la biblioteca. El libro fue editado y me trajo un par de ejemplares. Me dijo que lo habían invitado a presentar su libro en la Feria de la ciudad. Entonces, leí la entrevista. Una periodista, Jody Cantor, que por aquellos tiempos estaba muy cercana de los temas culturales cubanos y trabajaba para una publicación de la ciudad, “Miami New Times”, le hizo una entrevista que leí con mucha alegría. Hubo un momento que el asombro le ganó a la alegría. Campa le dijo a la periodista que “el capitalismo es el mejor sistema, porque es el más cercano a la naturaleza humana. El resto es decepción”. Así le espetó Campa a Cantor para el “Miami New Times”. Y yo, entonces, no lo entendí. No puede entender como alguien que vivía al margen de la sociedad capitalista, despreciado por ella, sacado de circulación, podía considerar el capitalismo como el mejor sistema. ¿Cómo Campa pudo decirle eso a Cantor? Campa que acampaba al descampado. Campa, el desesperado. Campa, el que medía todas las palabras. Campa no se equivocó… Mi lectura torció la palabra de Campa… Lo único que Campa, tan comedido, no enjuició la naturaleza humana. No dijo: el capitalismo es el mejor sistema, porque es el más cercano a [lo peor de] la naturaleza humana. ¿Y qué tiene que ver Campa con Bolaño? ¿La condición de poète maudit?
Aquí, recuerdo a Bolaño escribiendo un cuento que quiso escribir sobre V. S. Naipul en Buenos Aires inspirado en las crónicas que éste escribió sobre Argentina. ¿No sé por qué, si estoy conectando a Bolaño con escritores marginales cubanos, salta ahora este tema de las crónicas de V. S. Naipul en Argentina? No sé por qué pero existen un par de cosas en común entre las cónicas argentinas de Naipul, y los escritores marginales en cuanto son cubanos: el Caribe y la sodomía. Sí, porque escribe Bolaños que sin que el lector…  esté avisado empieza a hablar de sodomía. La sodomía como una costumbre argentina, eso escribe Bolaño de la crónica de Naipaul sobre Argentina publicada, anota Bolaño en 1983 por Seix-Barral. Eso es, lo que une a Naipaul y los escritores marginales cubanos es el Caribe y la sodomía. V.S. Naipul, natural de la isla caribeña de Trinidad, antigua posesión inglesa, y la sodomía que es una práctica extendida en la isla de Cuba y no solo entre la comunidad homosexual –la práctica de la sodomía está muy extendida entre los heterosexuales y por las misma razones que Bolaño aduce para explicar ese fenómeno en la sexualidad argentina, porque el que no le ha dado por el culo a su amante o a su esposa, en realidad no la ha poseído…. La sodomía provoca mucha repulsión en Naipaul, cosa -esa repugnancia- que me sorprende considerando Naipaul’s cultural context and background, a saber, segunda generación de indios en una isla caribeña –el sueño de Colón realizado… Una isla caribeña de cocoteros y platanales y largas y húmedas noches de estío en las que el mucho calor invita a la desnudez y la rima europea se acopla a los ritmos africanos, sazonado este ajiaco con especies de la India. Bueno, pues, dice, o mejor, escribe Bolaño que Naipaul estaba escandalizado con el descaro con que los argentinos se referían a la sodomía; a lo mejor a Naipaul sólo le repugnó la indiscreción gaucha sobre el tema. Naipaul es el escritor en las antípodas de Bolaño. Ambos son prolijos, Bolaño lo hubiera sido más si más larga vida hubiera tenido, pero la escritura de Naipaul está a veinte mil leguas de la de Bolaño –una escritura cuidada (Naipaul) versus una literatura desaliñada… En Bolaños la realidad entra por el lenguaje, mientras que en Naipaul entra por la estructura de la narrativa. Bolaño se puede encontrar con Naipaul pero no a la inversa. Al menos, eso parece...
¿Y todo esto sólo porque comencé a leer a Bolaño de nuevo, después de unos años de dejarlo ahí y pasarle por al lado a  los libros sin apenas mirarlos?

miércoles, 6 de mayo de 2015

Martí, 6 de mayo de 1895… páginas perdidas del Diario



Ayer me puse a mirar los libros en los anaqueles del estudio de casa. Parecen ordenados pero no lo están –las nuevas adquisiciones y la pereza han ido introduciendo el desorden. Estaba nublado afuera. Un libro de tapa anaranjada y letras gruesas y violetas que escribían la palabra “correspondencia” se descolgaba, comprimido por otros libros. Lo saqué para ponerlo en otro sitio y al tenerlo en mis manos leí el nombre de los correspondientes –José Martí y Máximo Gómez. Abrí el libro para repasarlo y dentro del libro encontré dos fotografías: en una, un amigo, llamémosle O, posando junto a un amigo suyo; en la otra el mismo amigo, O, esta vez junto a una mujer que no conozco. Él, el amigo de la foto, O, me regaló el libro que coloqué con descuido y desinterés en el primer espacio vacío que encontré y lo olvidé hasta que lo vi hoy, de casualidad, cuando me puse a mirar los libros mientras estaba nublado afuera.

“Correspondencia José Martí-Máximo Gómez”, editado en dos mil tres por el Centro de Estudios Martianos, es un libro de colores desacompasados y papel pésimo. Comencé a hojearlo por puro aburrimiento y después de una romántica dedicatoria, me entretuve en el prólogo. En el prólogo se nos explica las razones para la publicación del libro de marras, entre ellas pretender “llenar las deficiencias presentes [en anteriores publicaciones] en las que se ha tratado la temática de las relaciones entre ambos (se refiere a José Martí y Máximo Gómez).” El índice de la obra relaciona cuarenta cartas; una anotación de Gómez a propósito de la famosa de carta de Martí a él, fechada el veinte de octubre de mil ochocientos ochenta y cuatro; una circular de Martí convocando a Gómez a participar en los preparativos de la nueva guerra (la circular está firmada por un grupo de cubanos residentes en Nueva York); un artículo de Martí dirigido a Gómez y publicado en el periódico “Patria”; veintiséis páginas de comentarios de Martí sobre Gómez; veintiuna de comentarios de Gómez sobre Martí; y una última sección dedicada a reproducir cablegramas que se cruzaron distintos protagonistas de la última guerra de independencia del siglo antepasado. En la contraportada del libro, un plegable con una tabla cronológica de la correspondencia y notas sobre la misma. Hay también un inserto con el itinerario de los tres viajes de Martí a Santo Domingo y Haití, así como un mapa de los movimientos de Martí desde Nueva York a Montecristi y desde ese ahí hacia Cuba. La última parada que se recoge en el mapa es en la isla de Inagua, hoy bajo jurisdicción de Bahamas.

Mas por curiosidad que por devoción leí la famosa carta, la de octubre del ochenta y cuatro y volví a leer la frase sobre la fundación de un país y la jefatura de un campamento y leí también la indignación contenida por el respeto; leí también, por vez primera, la anotación que hace Gómez de esa carta de Martí y su enfado, el de Gómez, y la sentencia de éste “que no se da contestación a los insultos” y su determinada intención de dejar establecida su visión de los hechos. Martí de treinta y un año y Gómez, de cincuenta y dos, los ciñe la pasión y el honor, virtudes olvidadas ya hoy.

En el prólogo de esta edición, el autor -o los autores, no queda claro- alude, o aluden, al incidente de La Mejorana. El autor, o los autores, quiere, o quieren, establecer la cordialidad que existe en ese momento entre Martí y Gómez y la posibilidad que el desencuentro ocurriera entre Martí y Maceo, que tiene otro pensamiento de gobierno, como apunta Martí que le dijo Gómez el día cinco de mayo. Aun así el autor, o los autores, insinúa, o insinúan, que no hay absoluta certeza sobre si el desencuentro de La Mejorana es entre Maceo y Martí, o entre éste y los otros dos, “…pues la falta de las páginas correspondiente al día 6 de mayo de 1895 crea cierta duda, al encontrarse este Diario dentro del Archivo de Gómez.” Hoy, ciento veinte años después que Martí escribiera esas páginas sobre el encuentro entre él, Gómez, y Maceo en el ingenio de La Mejorana y a la luz de la relectura de la entrada correspondiente al día anterior, cinco, apenas quedan dudas de la naturaleza de lo escrito el seis… “Y así, como echados, y con ideas tristes, dormimos”, ésa es la última oración de la entrada del cinco y ése estar así echados (echar por excluir) con todo el desgarbo que otorga la tristeza al cuerpo, me hace pensar en todo el desconsuelo que sintió Martí esa noche después de semejante indiscreta y forzada conversación, a mesa abierta… y del adiós rápido; y se me ocurre que esas ideas tristes lo mantuvieron en vela gran parte de la noche y miraba desde el rancho fangoso el cielo que no estaba estrellado, y la noche estaba cerrada y un aire como de lluvia, pesado, húmedo, una noche cualquiera de mayo, y pensó en su hijo, y en quien fuera su mujer, y pensó en su madre y en su padre y en sus hermanas a quienes apenas volvió a ver después de su destierro a España en 1871, y en ese sueño de felicidad que todos soñamos pero que sabemos escurridizo, a veces, inapropiado, pensó en alguna mujer que en algún lugar pensaba en él, y pensó en estar sentado en una habitación pequeña y adusta, tomando notas, haciendo apuntes, escribiendo versos, y entonces se ve allí, ni siquiera en el galpón del camino, sino en el rancho fangoso, cree él que ninguneado por gente que admira y quiere, y le embarga una angustia de muerte que, sin embargo, parece ida el día siguiente cuando con fe renacida escribe en la entrada del siete que los caballos comen piña forastera, y que A César le dan agua de hojas de guanábana, que es pectoral bueno, y cocimiento grato, y que la hija de Nicolás Cedeño[…] habla contenta. Incluso refiere que un tal Zefi dice que él llevó a Martínez Campos a conferenciar con Maceo, y cuando escribe el nombre de Maceo no lo adjetiva sino que cita a Zefi cuando dice como un elogio que “El hombre (Martínez Campos) salió colorado como un tomate…” A continuación Martí anota “Andamos cerca de Baraguá” y después desgrana un rosario de nombres de lugares y descripciones de hierbas y plantas y árboles y sitios y animales que solo un observador cuidadoso y apasionado puede listar…



Ayer, mientras miraba los libros en los anaqueles del estudio de casa, descubrí un libro de tapa naranja y letras gruesas y violetas que leen “correspondencia”; y leí que se trataba de la correspondencia entre José Martí y Máximo Gómez y quise leer la carta famosa, la de la frase famosa del pueblo y el campamento y, entonces, curioso, leí el prólogo que refería el incidente de La Mejorana y leí la fecha y me di cuenta de la coincidencia: que hoy (ayer) era cinco de mayo, el día aciago del encuentro en el ingenio entre los tres del noventa y cinco y que mañana (hoy) es seis, el día de las páginas que son arrancadas, que ya no están, y que debía referir algo sobre esa coincidencia trece días ante de la muerte de Martí en Dos Ríos o entre dos ríos, el río claro y calmo y el otro, revuelto y rápido…

Kafka, Diarios (1920)

Del cuaderno en que Franz Kafka registraba sus impresiones diarias, los apuntes tomados en 1920 que lograron sobrevivir a la voluntad de d...